Centro de Innovación UC en Santiago de Chile, de Anacleto Angelini & Alejandro Aravena

Por A-Cero Blog

Diseñado por el estudio Anacleto Angelini y Alejandro Aravena | ELEMENTAL en Santiago de Chile, el centro de innovación UC. Descripción de los arquitectos. En 2011, el Grupo Angelini decidió donar los fondos necesarios para crear un Centro donde convergieran las empresas, la industria y la investigación académica de punta.

El objetivo era contribuir al proceso de transferencia de conocimiento, identificar oportunidades de negocio, agregar valor a recursos naturales básicos o registrar patentes a fin de mejorar la competitividad del país y, por tanto, su desarrollo. La Universidad Católica acogería tal centro y asignó un sitio en su Campus San Joaquín.

La propuesta de los arquitectos consistió en diseñar un edificio en el que se pudieran verificar a lo menos 4 formas de trabajos: una matriz de doble entrada en que por una parte estaba el trabajo formal y el informal, y por otra el trabajo individual y el colectivo. Además de eso, se multiplicó en todo el edificio los lugares donde la gente pudiera reunirse: desde el hall de los ascensores con una banca para sentarse si uno llega a encontrarse con alguien que tiene algo interesante que compartir, a un atrio central transparente que permite ver lo que los demás están haciendo mientras se circula verticalmente, hasta plazas elevadas en toda la altura del edificio.

La inversión de la típica planta libre de oficina (reemplazando el núcleo central opaco con muro cortina vidriado en el perímetro por un atrio central abierto y la masa con aperturas estratégicas en el perímetro) no sólo respondió al programa del edificio sino también a su comportamiento medioambiental y al carácter del edificio.

Este edificio tenía que responder a las expectativas del cliente de tener un centro de innovación con un “aspecto contemporáneo”, pero la búsqueda acrítica de contemporaneidad ha poblado Santiago con torres de vidrio que, debido al clima local desértico, ha generado un enorme invernadero en los interiores. Tales torres consumen un cantidad ridícula de energía en aire acondicionado.

La forma de evitar ganancias térmicas indeseadas no es ciencia aeroespacial: basta con colocar la masa del edificio en el perímetro, tener ventanas retranqueadas para prevenir radiación solar directa y permitir que haya ventilación cruzada.

Una fachada así de opaca no sólo era eficiente en términos energéticos, sino ayudaba también a atenuar la luz ceguedora que usualmente obliga a proteger los espacios de trabajo interiores con cortinas y persianas, transformando la transparencia teórica inicial en pura retórica. En este sentido, la respuesta al contexto no fue otra cosa que el uso riguroso del sentido común.

La razón para rechazar una fachada de vidrio no sólo respondía a la responsabilidad profesional de evitar un comportamiento medioambiental extremadamente pobre, sino también a una búsqueda por un diseño capaz de resistir el test del tiempo. Desde un punto de vista funcional, pensamos que la mejor manera de combatir la obsolescencia era diseñar el edificio que fuera una infraestructura más que arquitectura.

Una forma clara, directa, incluso dura, es a fin de cuentas la manera más flexible de permitir el cambio y la renovación continua. Desde el punto de vista estilístico, nos pareció que una geometría estricta y una materialidad monolítica era la manera de reemplazar contemporaneidad por atemporalidad.