¿Saben que hay un instrumento especial para comer el mango y que en México es todo un protocolo?
Así comenzó aquella “master class” Jose Alberto Callejo, que nos dejó con la boca abierta a los tres anfitriones y al resto de los invitados (exceptuando lógicamente a su mujer, la genial chef Irene Garrido Lomeña), no sólo por el saber que degustaríamos a posteriori, unos dulces y deliciosos mangos, sino por el arte con que él pelaba y troceaba con maestría y facilidad, mientras iba explicándonos con todo lujo de detalle.
Se hace con un un tenedor de tres puntas, nos decía como si quienes le escuchábamos fuésemos sus alumnos de la Universidad de Málaga donde él imparte Marketing. La del centro más larga y puntiaguda, se encaja por la parte baja del mango, precisamente en el orificio dejado por el tallo cortado, la punta se introduce hasta llegar al final y las otros dos, más cortas, son las que aguantarán que no se me caiga el mango.
He podido ir aprendiendo, bien leyendo, e incluso escuchando de agricultores, de maestros como los Sres. Balani y Callejo, detalles curiosísimos acerca de los mangos, sobre todo aquel medio día del pasado mes de Agosto, alrededor de una fantástica mesa, en un marco incomparable y en la propia finca de Vélez Málaga.
Las hojas y las flores de mango se utilizan en la India para decorar las puertas durante las celebraciones de bodas, cuando hay un nacimiento (símbolo de fertilidad y amor) y otras fiestas de carácter religioso.
Hacia el siglo XVI era ya un símbolo de estatus en India. El cultivo de este fruto era un privilegio de los rajás y nababs. Uno de ellos, Akbar, plantó un huerto con cien mil mangos. La leyenda dice que Buda encontró inspiración y paz sentado bajo un huerto de mangos que le habían regalado.
De hecho las distintas religiones en India plasman en varias representaciones la presencia milenaria del mango en su cultura, como por ejemplo el Dios Ganesha, con cabeza de elefante que sostiene en sus manos varios mangos.
China fue el primer país que expandió el cultivo del mango a su propio territorio, siendo actualmente uno de los principales productores de este fruto, junto con la India.
En el siglo XVII, los colonizadores portugueses llevaron este cultivo a África y luego a Brasil, desde donde se extendió a todas las tierras con clima apropiado para su producción, como México, Hawai y Estados Unidos. Otros países productores de mango son, Filipinas, Sudáfrica, Kenia, Pakistán,Tailandia y por supuesto España, concretamente Málaga es uno de los principales productores y el principal de Europa.
Volviendo a sus orígenes, a India y concretamente leyendo parte de la obra de la viajera budista Alexandra David Neel, la primera mujer occidental que llegó a Lhasa, en Nepal, me encuentro con una interesante cita sobre una dama cuyas relaciones con Buda la llevaron a ser monja luego de ser prostituta: Armbapali, o Ambapali, Āmrapālī, también conocida como "Ambapālika", Ambika, "Ambapali", o "Amra" como diosa que representa el mango.
Ésta diosa es representada ofreciendo mango a Buda quien medita y descansa bajo un árbol de mangos. De hecho los budistas consideran que el árbol que produce esta deliciosa fruta es sagrado.
En Málaga, concretamente en La Axarquia malagueña, aunque existen numerosas variedades de mango, tengo entendido que se cultivan fundamentalmente cinco: Osteen, Tohmmy Atkins, Sensation, Kent y Keith.
Uno de los principales agricultores eran quienes nos agasajaron en ésa maravillosa mesa, sus orígenes hindúes hacen de su maravillosa finca un lugar mágico, cuidada y mimada desde hace más de 40 años una de las primeras que cultivaron mangos, traídos directamente desde India. Hoy en día producen unos mangos exquisitos, con el sabor que da la tierra, el sol y la mar de ésta tierra bendecida que es Málaga.
Un mango maduro grande o dos medianos (pero firme, de unos 800 grms.), media cebolla morada pequeña, un limón, una lima pequeña, una naranja, un trozo de pimiento verde (si gusta a ser posible picante), una cucharada sopera de aceite de coco, una ramita de cilantro fresco y sal.
Cortar la cebolla en trozos finos y alargados. Sumergirla en un cuenco con agua helada y un poco de sal. Dejarla sumergida unos quince minutos, escurrirlas bien y secarlas. Reservar.
Pelar y cortar el mango en trozos cuadrados. (Apartar los más imperfectos y el resto de la carne del mango más adherida al hueso)