Bienvenida al diario, Gemma, muchas gracias por concedernos esta entrevista. Antes de adentrarnos en tu trayectoria profesional, a nuestros lectores les encantará saber qué libros y autores despertaron tu interés por la literatura. ¿De dónde bebiste para convertirte en lo que hoy eres?
Sin duda he bebido de todos los libros que me han acompañado a lo largo de la vida, aunque, si me pides que cite algunos nombres te diré Margaret Atwood, Carol Joyce Oates, Julio Cortázar, Gustave Flaubert, Mercè Rodoreda i Perer Calders.
El personaje de Carlota me apasiona, de modo que para mí es un placer escribir sobre ella, ya sea una Carlota más niña, como es el caso de la colección La tribu de Camelot, ya sea una Carlota adolescente, como en los diarios. Carlota es un personaje que, en sus bases, no ha cambiado: es una chica alegre, optimista y luchadora incansable; en realidad, ella es un alter ego mío. Así era yo a los 14. Lo que sí ha cambiado es el entorno de Carlota y sus preocupaciones, ya que intento hacer novelas muy próximas a la realidad del momento.
Es cierto que en mi caso no se trata de una experiencia personal, sino de una historia de ficción, muy documentada, como bien decís. El comentario más general de los lectores y las lectoras de Billete de ida y vuelta es de gratitud. Me han escrito chicas, sobre todo, dándome las gracias por haberles abierto los ojos y por haberlas ayudado a no caer en este infierno o a salir de él. Eso para mí es fantástico.
La idea surgió casi por casualidad. Quería escribir un libro sobre discriminaciones, igualdad, feminismo… para gente joven. En casa me decían que me metía en un berenjenal, que ninguna persona joven leería un libro sobre este tema y menos si era de divulgación. Como estaba empeñada en hacerlo, decidí escribirlo de la mano de Carlota, como si ella misma en un diario mezclase lo que le ocurre cada día (que sería la parte más narrativa y argumental) y lo que va averiguando sobre un tema (la parte divulgativa, con textos informativos, estadísticas, recomendaciones, tests, cartas, etc.). Así nació El diario violeta de Carlota.
Aunque algo hay de cierto en lo de los tabúes en la literatura juvenil, tengo que decirte que a mí en mi editorial nunca me han puesto pegas y que he podido tratar el tema que he querido con total libertad. También es verdad que institutos y colegios me piden muchas charlas.
Te respondo con un fragmento de un artículo que hace año y medio publiqué en el diario El País: “El recién fallecido Alvaro García Messeguer, autor del ya antiguo y no por ello anticuado libro Lenguaje y discriminación sexual, decía que “el lenguaje, antes que una técnica de expresión, es una clasificación y distribución de la experiencia existente en una determinada cultura””.
Al hilo de esta reflexión, he ido recopilando expresiones que insistentemente aparecen en los medios de comunicación en relación al feminismo. La primera de ellas es el binomio falsamente antitético “feminismo y machismo” usado como si se tratara de dos caras distintas de la misma moneda. Y, sin embargo, nada más alejado de la realidad. El machismo es una actitud discriminatoria que considera al hombre superior a la mujer. El feminismo, en cambio, es una doctrina que reconoce a la mujer los mismos derechos que a los hombres.
Otra palabra profusamente usada es el adjetivo “radical” unido al nombre “feminista”. Un radical es alguien que no admite términos medios, es decir que una persona feminista radical es aquella que defiende los derechos de la mujer sin fisuras. Vamos, lo mismo que hace una persona demócrata cabal en relación a los valores democráticos, y sin embargo nadie habla nunca de un demócrata radical. Se es demócrata o no se es.
Sólo a través de estos ejemplos ya resulta obvio que nuestra cultura se afana, por medio del lenguaje, en desprestigiar a quienes son feministas fabricándoles una caricatura. Con ello consiguen minimizar sus logros, laminar sus intenciones, distorsionar sus éxitos, pervertir su discurso y, sobre todo, ahuyentar posibles nuevas adhesiones al movimiento. Se comprende: las personas feministas son una piedra en el zapato, un peligro para el orden patriarcal establecido, sobre el que se asientan la mayoría de sociedades en el planeta.”
La lucha por los derechos de la mujer sigue vigente en nuestro país. Las leyes afortunadamente han cambiado, pero las mentalidades, no. Podría demostraros con cifras lo alejadas que las mujeres estamos aún de la igualdad real, pero con abrir el periódico o la TV cada día os podéis dar cuenta de lo poco que aparecen las mujeres y, por tanto, lo poco que aún cuentan: en deportes, en artes, en economía, en religión, en política… Por lo tanto, hace falta que mucha más gente se ponga las gafas violetas.
Por lo que respecta a mis protagonistas femeninas, no tengo conciencia de que me lo hayan recriminado pero sí de que me lo hayan preguntado. La cuestión es que a un escritor varón no le preguntan nunca por qué utiliza personajes masculinos, cuando lo hace. Y si mis personajes son mayoritariamente femeninos es porque, como mujer, me identifico más fácilmente con ellos, aunque no niego que hay una parte reivindicativa de lo que a menudo se llama, despectivamente, “el mundo de las mujeres”. Y digo despectivamente porque no se suele hablar, paralelamente, de “mundo de hombres” en los casos en que los protagonistas son ellos. La gente está acostumbrada a asociar masculino con universal y femenino con particular, por lo que parece que los personajes femeninos sólo sean aptos para ser leídos por chicas y mujeres, mientras que los personajes masculinos sean aptos para todo el mundo.
La mente, el cerebro, la neuropsiquiatría son temas que me interesan enormemente. Efectivamente, mi paso por un centro de psiquiatría unido a mis lecturas me inclinaron a centrar mis novelas en el conflicto psicológico, personal o interpersonal. Para ello me resulta muy importante “dibujar” a mis personajes. Para su creación, sigo un proceso largo: desde que “los veo”, hasta que puedo establecer en mi libreta su ficha con sus rasgos físicos y, sobre todo, psicológicos. Su forma de ser desde un punto de vista psicológico influye en el desarrollo del argumento y, a la vez, el desarrollo del argumento influye en el personaje, que al final de la novela no es exactamente igual que era al principio.
Apuesto claramente por las nuevas tecnologías. Me parece que todos y todas debemos adaptarnos a este nuevo medio que tiene muchas ventajas, aunque algunos inconvenientes. La ventaja más clara es la velocidad y la inmediatez con que podemos encontrar algo, ponernos en contacto con otras personas, etc. Respecto a los inconvenientes, sin duda está la asimilación que se ha producido, entre ciertos colectivos, entre las nuevas tecnologías y el poco valor (o nulo, en muchos casos) que se da a los contenidos. Los contenidos no pueden ser gratuitos y la gente tiene que poder vivir de su trabajo. Aunque no tengo la solución para ello.
Los libros electrónicos me parecen una gran idea (en mi casa hay dos), aunque personalmente soy una apasionada del libro en papel y siempre, mientras sea posible, los continuaré comprando así.
Cada persona tiene sus gustos y por eso existen tantas vertientes distintas en el terreno literario. Quizá simplemente le invitaría a probarlo antes de negarse a ello.
Sí, por supuesto. Me sabe mal que en nuestro país la literatura infantil y juvenil estén infravaloradas. En el mundo anglosajón eso no ocurre. Puedes dedicarte a escribir para jóvenes sin que por ello se te considere menos cuando lo haces para adultos. Pero, la verdad, con los años te acostumbras y le das menos importancia. Y, por otro lado, yo nunca dejaré de escribir para criaturas y jóvenes.
Sí, justamente acabo de entregar el manuscrito del próximo diario de Carlota. Puedo avanzaros su título: El diario naranja de Carlota, y que trata de la inmigración y los derechos humanos. Además, por otro lado, acabo de entregar otro manuscrito de la Tribu de Camelot, que se titula Carlota y el misterio de la extraña vampira. Y ahora misma estoy metida en una novela para gente adulta.
Un placer charlar contigo, Gemma, gracias por dedicarnos una parte de tu tiempo. Y ahora, desde luego, si tienes quejas, reclamaciones o palabras amables, dispón del espacio que quieras, porque es todo tuyo.
Muchísimas gracias por vuestra entrevista. Ha sido un placer. Besos.
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