Contador de historias, lijero de profesión (aunque también economista para vivir), con seis novelas juveniles publicadas a sus espaldas, papá de los dos niños “más guapos que ha parido madre” y, para más señas, hijo del también escritor Alfredo Gómez Cerdá. En un rápido clic y 0’20 segundos, mi ordenador y el gigante Google encuentran nada más y nada menos que 82.900 resultados sobre la búsqueda de “Jorge Gómez Soto”. A pesar de que hay tanto sobre él en la Red y de que sigo sus andanzas desde hace tiempo, mi curiosidad todavía necesita saber más, de manera que empecemos a disparar preguntas al autor, que muy amablemente se ha prestado a dedicarnos un ratito de su tiempo. Bienvenido a nuestro diario, Jorge, responde sentado, a la pata coja o saboreando un caramelo, como te sientas más cómodo.
En la actualidad nos enfrentamos a un boom de la literatura juvenil, cada vez más diversificada para llegar a todo tipo de público. ¿Qué es lo que te mueve a escribir para los jóvenes?, ¿qué te ofrece este sector que no tenga el adulto?
Antes de empezar a publicar, escribía indistintamente novelas y cuentos para jóvenes y adultos, pero a fuerza de ver que las que acababan ganado algún premio o siendo publicadas eran las juveniles, fui tirando hacia allí. No ha sido algo premeditado, sino una respuesta inconsciente a los estímulos positivos.
Además, la adolescencia es una etapa muy jugosa para situar a los personajes de un libro. Es un periodo fronterizo entre la niñez y la edad adulta y, como todo lo fronterizo, tiene una mezcla de los dos lados, es borroso, impreciso… literario. Otra de sus ventajas es que es una época en la que estás en una especie de llanura. Puedes andar en cualquier dirección. No hay caminos, o por decirlo mejor, hay infinitos caminos. Hacia donde quieras ir, ese es tu camino.
En algunos casos, es más anecdótica, afecta poco a la historia y se limita a ser un juego de complicidad con el lector. En otros casos, ese juego literario adquiere tanta importancia que la propia trama del libro gira en torno a eso.
Voy a citarte, página 169 de La chica del andén de enfrente: “–¿Cree que el escritor tiene un compromiso con cada palabra que escribe o puede escribir algo y luego no actuar en consecuencia?”
¡Qué pregunta más difícil!
En el libro quedaba sin responder, pero esta vez intentaré decir algo. Creo en el compromiso íntimo del escritor con lo que escribe en cada momento. No me refiero a que tenga que suscribir cada palabra, sino que su obra no traicione sus principios. Si un escritor deja de ser fiel a sí mismo (en estilo o género o temas…) al final esa falta de autenticidad se acabará notando.
Lo de inventor me ha llegado al alma.
Siempre he dicho que escribo lo que me sale (nunca he dicho de dónde). Ni trato de abrazar las modas ni huyo de ellas. Cuando decido escribir un libro, esa no es una variable que maneje en absoluto, por lo tanto me resulta muy sencillo no dejarme llevar. Además, con lo despacio que escribo, es posible que al terminar el libro, ya hubiese pasado la moda.
El hecho de querer salir de la espiral de lo típico es muy simple. Es como una conversación en la que un interlocutor se limitase a repetir lo que dicen los otros. ¿Qué aportaría? Nada. Hay que intentar sorprender, que el lector no tenga la sensación de haber leído eso, o algo muy parecido, antes. No siempre se consigue, pero no por ello hay que dejar de intentarlo.
Ordenador con tachones. Borro, cambio palabras o frases, muevo párrafos, deshago, rehago, releo, repaso… mi ritmo de escritura es de una lentitud que exasperaría a cualquiera (incluido a mí). Las pocas veces que he escrito a mano, en los folios había más tachones, flechas e inserciones que palabras.
Me gusta escribir en mi casa, pero no soy maniático de lugares ni de silencios.
En cuanto al narrador, prefiero la cercanía y la introspección de la primera persona, a pesar de sus limitaciones.
No recomiendo a ningún escritor mi método de trabajo. Es caótico… o inexistente, para ser más exactos. No hago resúmenes ni esquemas previos ni estudios de los personajes, no tengo horario fijo (imposible con el trabajo, los dos hijos, Internet…), es un “aquí te pillo, aquí te mato”. Hay días en los que escribo dos líneas y otros en que logro escribir la friolera de diez o veinte frases. No penséis que esta entrevista la he contestado de un tirón.
Me consta que a veces ocurre, pero en mi caso no ha sido ningún terror, al contrario. Al principio quizá no me tomó muy en serio, pero con el tiempo le/me fui demostrando que podía ser escritor. Mi padre es mi mayor influencia literaria de largo. Me gustan todos sus libros, y muchos me parecen joyas. Y efectivamente, hablamos bastante de literatura, nos recomendamos lecturas, comentamos nuestros propios textos… Un privilegio. Me siento muy afortunado.
A pesar de haber saboreado los libros desde pequeñito y poseer esa vena escritora tuya, elegiste estudiar Económicas, probablemente una de las carreras con más números y menos letras. ¿De qué manera la lógica matemática se ha inmiscuido en tus obras, si es que lo ha hecho?
Eres atrevido y muy personal: lo demuestran tus libros y tu propia bitácora, LIJ, ese santuario archiconocido sobre literatura infantil y juvenil que vio la luz en 2006. En él te acercas a tus lectores, hablas de todo lo que sea LIJ, también tocas el mundo de la ilustración, opinas con vehemencia cuando toca y sólo te haces la publicidad justa. ¿Recuerdas qué se te pasaba por la cabeza en el momento de hacer clic y darle vida al blog? ¿Eres consciente de que se ha convertido en un espacio de referencia?
No lo recuerdo, me imagino que lo creé para conocer y dar a conocer un poco más el mundo “lijero”.
La verdad es que sí ha ganado mucha popularidad. Un primer indicativo de ello, nada desdeñable, es que si buscas en Google: “Literatura infantil y juvenil”, el primer resultado que te aparece es mi blog. Luego está el número de visitantes, que no ha dejado de crecer desde su creación. O el interés cada vez mayor de las editoriales por mantenerme informado y mandarme cosas… Pero aparte de eso, lo noto sobre todo por las sensaciones que me llegan de la gente, a través de comentarios en los temas del blog, por mensajes privados, facebook, o directamente en alguno de los pocos eventos a los que asisto.
Se puede decir que era una fascinación colectiva, del barrio entero y del resto de Madrid. Resultaba irresistible esa mezcla entre lo popular que era su firma y lo desconocido que era él. Realizaba una actividad ilegal, pero inofensiva y desconcertante. Tenía algo de mágico, de épico. De un día para otro, aparecía una pintada suya en un muro y te ponías hasta nervioso de la emoción. Luego llegó su muerte prematura: la leyenda estaba servida.
Cuando tecleas el punto y final de un libro, el lector ha de que releerte para madurar bien la despedida y encontrarle más significados, porque resulta indiscutible que eres amigo de los finales poco convencionales: te va el regusto amargo, misterioso y cómico, y tal vez ésta sea una de tus características más potentes. ¿Cómo de atractivo o divertido te resulta escribir el último tramo de tus historias?
Me gustan en general los finales agridulces, los que generan preguntas o dudas o los que obligan al lector a crear de alguna manera su propio final. Nos gusta sentir la seguridad del final feliz, que los protagonistas coman perdices, y ya nos quedamos tranquilos. Pero ¿y si las perdices estaban en mal estado y ese final feliz se vuelve trágico?
Después de pintar y contar cuentos con Luis, Hot, Ana y Muelle, ¿ahora qué? Has confesado escribir lento, pero como tu última publicación no es un trabajo de ahora, ¿estás ya inmerso en otro proyecto o todavía rumias cuáles serán tus nuevos horizontes?
He escrito un libro infantil que espero poder publicar. Es mi primera incursión en la literatura infantil, espero que haya muchas más.
Y llevo unas pocas páginas de una novela juvenil, lo cual no quiere decir que la termine escribiendo. Me ha pasado varias veces empezar un libro y no terminarlo. Si no noto la historia viva dentro de mí, si pienso cada vez menos en él, lo dejo. No voy a escribir un libro que no me enganche ni a mí.
El gusto ha sido mío. Es un lujo aparecer como entrevistado en un diario que conozco desde que asomó la cara a este mundo y que se ha convertido en pocos meses en un lugar ineludible. Quizá me haya puesto un poco profundo en algunas respuestas, pero ha sido para estar a la altura de las preguntas. Se nota cuando alguien se ha preparado un tema.
Y a quienes hayáis llegado hasta este punto de la entrevista, enhorabuena y un abrazo.
Bibliografía del autor:
Colgado del aire (1999)
La chica del andén de enfrente (2000)
Se vende (2004)
La última noche de La Luna (2005)
Respirando cerca de mí (2006)
Yo conocí a Muelle (2010)
Webs del autor:
www.gomezsoto.com
http://lij-jg.blogspot.com/