El autor vasco, que hace tan sólo unos días anunciaba el punto final de su trilogía El ciclo de la luna roja, ha querido pasarse por aquí para charlar un rato con nuestros redactores. Nos ha contado cosas interesantes sobre su vida y sus libros, y además se ha mojado desvelando algunos detalles del desenlace de la trilogía y sus próximos proyectos. Podéis leer su biografía en el arcón de autores.
Encantados de tenerte con nosotros, José Antonio, es un honor que hayas decidido grabar tus huellas por aquí. Esperamos que la charla sea de tu agrado y te sientas como en casa.
Un placer contestar a vuestras preguntas. Y aparecer en vuestro diario.
Bien, para comenzar, podrías hablarnos de los aportes tanto personales como profesionales que te ha dado la consolidación como escritor en todos estos años. Giras, presentaciones, charlas en colegios, ferias, premios… Motivos desde luego no te faltan para seguir contando, ¿no es cierto?
En el ámbito profesional es evidente: poco a poco me va conociendo más gente. Es algo inevitable, son varios años ya publicando. Comencé en fanzines allá por 1990 y el año que viene publicaré mi quinta novela; ha sido un largo camino de un punto a otro y muchas páginas escritas (y muchas tiradas a la papelera, todo hay que decirlo). Además, por norma general, la respuesta de los lectores a lo que escribo ha sido positiva y eso siempre te hace pensar que estás haciendo bien las cosas. Pero, si me dejan elegir, más que el plano profesional, me quedo con el personal, que en el fondo es lo que realmente importa. En todos estos años dedicados a la escritura he tenido el placer de conocer a un montón de buena gente, y el valor de eso es tan grande como imposible de cuantificar. Ir a convenciones, encuentros, tertulias, ha hecho que conozca a muchos escritores y aficionados a la literatura fantástica y algunos de ellos ahora se cuentan entre mis mejores amigos. Por el momento, la aventura loca esta de escribir está resultando un viaje fantástico. Y que dure.
Sí, durante el tiempo que estudié la carrera apenas escribí. No fue una decisión consciente, simplemente sucedió así. Elegí la rama de publicidad porque en aquel tiempo consideraba que de las opciones con las que contaba era la más creativa, y me equivoqué, por supuesto, la creatividad es sólo una pequeña parte de la “ciencia publicitaria” y ni siquiera es la más importante. No considero que haber estudiado publicidad me haya ayudado a la hora de escribir, lo que sí me ha ayudado es a comprender mejor todo lo que rodea al “producto” a la hora de su venta.
Una de las características más notorias de tu obra es la lógica interna de la que goza cada uno de tus relatos ficticios, y dado que tienden a ambientarse en mundos post-apocalípticos y fantásticos, ¿hasta qué punto te preocupa la coherencia y credibilidad de tus tramas? ¿Sueles considerar la posibilidad de limitar tu imaginación para no desbordar al lector y lograr una mejor empatía?
La coherencia y la credibilidad son algo fundamental. La fantasía, al menos la fantasía que a mí me gusta leer y escribir, es la que se vertebra siguiendo unas reglas que el propio escritor plantea y que el lector descubre a medida que va avanzando en la historia. Esas normas pueden estar todo lo alejadas que se quiera de lo cotidiano, ser extravagantes y locas o similares a las del mundo real, tanto da, pero deben ser siempre consecuentes con ellas mismas y con la historia que se está contando. El escritor no debe romperlas en ningún momento. Es sobre ese armazón donde el autor comienza a construir su historia imaginaria y debe mantenerse fiel a él; lo que se consigue así es dar densidad a la ficción, contagiarla de realidad. La literatura fantástica no es la literatura del “todo vale”, es la literatura que hace creíble lo increíble. Y para lograr esa sensación de maravilla la base tiene que ser lo más coherente posible.
En cuanto a refrenar mi imaginación, nunca lo he hecho y no creo que lo haga jamás. La considero una de mis mejores bazas y no tiene sentido que la contenga. El lector que me conoce sabe lo que va a encontrar en mis historias y es sobre todo a él a quien me debo. Quizá existan lectores a los que no les vayan los alardes imaginativos, es comprensible, y si es así, simplemente no son los lectores que más pueden disfrutar con lo que hago.
El príncipe Sarleff (relato corto) nos muestra la importancia de vivir por un sueño, y como sabemos que también eres amante de los secretos, no podemos evitar preguntarte por tu sueño secreto. ¿Te atreves?
Mi sueño siempre ha sido escribir, contar historias al mayor número posible de gente. Y en ello estoy. Se podría decir que es un sueño cumplido. Pero hacer realidad un sueño es sólo la primera etapa del camino, ahora hay que mantenerlo vivo. Y eso también es difícil. Como complemento a mi respuesta, dejo aquí un enlace desde el que se puede leer el cuento que mencionas en tu pregunta por si alguien que nos lea tiene curiosidad por echarle un vistazo.
Desde un primer momento tenía muy clara la historia que quería contar. Una saga de aventuras en la que un grupo de muchachos tiene que sobrevivir por sí mismo en un entorno hostil, en una ciudad repleta de peligros y oscuridad. Pero es que esa oscuridad de la que hablo no procede sólo de Rocavarancolia, también anida en el interior de estos jóvenes. De hecho, las tinieblas de una influyen de manera constante en las tinieblas de los otros. Esto era algo que tenía previsto desde el principio.
Suelo comentar que veo la trilogía como un trayecto desde la luz hasta la oscuridad. Pero también es muchas otras cosas más. También es una metáfora del paso de la niñez a la edad adulta, por ejemplo, una suerte de gran rito de paso que tienen que realizar los cosechados.
Rocavarancolia y Cicero son dos entornos que guardan similitudes un tanto mortíferas, pero lo que no sabemos es si la intención era simplemente entorpecer el camino de tus personajes o iba más allá en busca de un reflejo demonizado de la realidad pasada, presente o futura que nos concierne.
Son dos de mis ciudades tenebrosas, sí. Y ambas parten de una misma idea. No son sólo escenarios (y en el caso de Rocavarancolia, casi personaje), también funcionan como metáfora exagerada (o no) del mundo de hoy en día, de nuestras propias ciudades y la maldad que pueden llegar a contener (y quien dice ciudades puede decir también hombres, ya que las ciudades que construimos no dejan de ser reflejos de nosotros mismos). Quizá sobre todo Cicero, que es una ciudad que, por el momento, sólo ha aparecido nombrada en alguna de mis obras. Para quien no la conozca, Cicero es una ciudad tremenda, una ciudad levantada por asesinos y monstruos y dedicada por entero a la tortura y el horror. Si de Rocavarancolia se podría decir que es el reflejo oscuro de nuestro mundo, se podría afirmar que Cicero es el reverso tenebroso de Rocavarancolia. Es la atrocidad hecha urbe.
Hace escasos días anunciaste en tu página oficial que por fin habías puesto el punto final a la tercera parte de tu obra más atrevida y compleja, El ciclo de la luna roja. Por el momento, de esta entrega final sólo sabemos que profundizará un poco más en el amor, que ofrecerá trágicos destinos para algunos personajes y que te encantaría incluir el mapa con el que siempre trabajaste. ¿Puedes adelantar para nuestros lectores algunos detalles generales de lo que encontrarán en este esperado desenlace?
Resulta complicado hablar de la tercera parte de la saga, sobre todo teniendo en cuenta que quizá se asome por aquí algún lector que todavía no se haya adentrado en la obra y que corremos el peligro de desvelarle alguna de las sorpresas de la trama. De todas formas voy a intentarlo:
Casi todos los misterios que han dejado sin resolver las dos partes precedentes quedarán desvelados ahora. He intentado que apenas queden cabos sueltos, que todo case del modo más perfecto posible. De hecho muchas cosas que se han mencionado o sucedido en las entregas anteriores cobrarán una gran importancia ahora. Hay detalles que podían parecer gratuitos, mero escenario o simple ambientación, que ahora se descubrirá que no eran tan intrascendentes como se podía pensar.
En la primera entrega de la saga se augura la proximidad de una gran batalla. En la tercera parte esta batalla se desencadena, una batalla que poco tiene que envidiar a la que supuso el final del imperio de Rocavarancolia. El último tramo de la novela está dedicado a ella y es de lo más complicado que he escrito nunca. La intensidad y la acción son tremendas, a veces tenía que dejar de escribir por simple agotamiento, no por llevar mucho tiempo escribiendo de seguido (que también), simplemente porque lo que acababa de contar era tan intenso que necesitaba tomarme un respiro antes de reanudar la historia. Os puedo asegurar que he disfrutado como nunca de la escritura.
He intentado dar el mejor final a la obra. Si lo he conseguido o no es algo que deberéis juzgar vosotros mismos, pero yo, a falta de la relectura y la corrección final, puedo decir que he quedado muy satisfecho con el cierre de la historia. Y una última cosa por decir: me encantaría que cuando el lector acabe el libro, cuando deje atrás la última página, todavía le queden ganas de saber más cosas de Rocavarancolia.
Creo que esa “bombilla creativa” de la que hablas tiene dos modos de encenderse, al menos en mi caso. Uno, el más común, es cuando más que comportarse como una bombilla actúa como una especie de hoguera. Eso ocurre cuando me pongo a darle vueltas en la cabeza a las distintas historias en las que estoy trabajando, jugando con ellas, pensando en cómo desarrollarlas, en cuál será el mejor cauce de acción… así, poco a poco, voy echando cada vez más leña al fuego hasta que la historia termina de “prender” y me queda claro cuál es el camino a seguir.
El otro modo es el que más se puede asemejar a esa “bombilla” de la que hablas. Es cuando, de pronto, el interruptor se dispara y una idea surge. Puede suceder en cualquier momento, a veces con un motivo claro (algo que has visto o leído te inspira) y otras sin que aparentemente haya nada que lo active.
Suponemos que no has tenido que pasar por todas las adversidades que les regalas a tus personajes. ¿Crees que de algún modo los géneros en los que te mueves ofrecen pocas oportunidades al autor de contar desde la experiencia? ¿Te compensa por otro lado y lo ves como una cuestión de inquietudes? Cuéntanos qué es lo que verdaderamente te llama, te mueve y te motiva a escribir fantasía y ciencia ficción.
No, no he pasado por las mismas adversidades que mis personajes, no me han abandonado nunca en una ciudad en ruinas, por ejemplo, pero he sentido miedo, angustia ante los cambios…
La literatura fantástica, al igual que la literatura general, sobre todo nos habla de sentimientos, de lucha contra la adversidad o contra nosotros mismos. El escenario, en el fondo, es lo de menos. Puedo hablar de amores no correspondidos en un ambiente cotidiano, pero puedo amplificar ese sentimiento si traslado ese mal de amores a un entorno de exagerada oscuridad, por ejemplo. Lo que realmente importa cuando escribo que un muchacho se enfrenta a un dragón no es el dragón, ese es el peligro a eludir, el enemigo al que vencer, lo realmente importante siempre será el muchacho.
Y hay algo además que me aporta la literatura fantástica y que no puede darme el realismo: la capacidad mágica de dar forma a lo inexistente, de crear mundos y quimeras, de jugar con la imaginación y verter lo imposible en un papel. Esa parte de la creación literaria es tan divertida, tan gratificante, que dudo que pueda prescindir alguna vez de ella.
En los últimos tiempos estamos asistiendo a un renovado interés por la adaptación del cuento clásico al mundo actual. Prueba de ello son las nuevas versiones de Caperucita Roja (Rojo Feroz, de Jackson Pearce), La Bella y la Bestia (La Bestia, de Alex Flinn) o La Cenicienta (Ash, de Malinda Lo, aún por traducir). Como amante confeso del cuento fantástico, ¿qué opinión te merece la moda?
No estoy en contra de ello, me parece una buena idea, y es algo que se lleva haciendo durante muchísimo tiempo. Si genera buenas historias, bienvenida sea la tendencia, si lo que nos traen son malas novelas que encima repitan una y otra vez lo mismo, entonces, bueno, me buscaré otra lectura. Y esto no solo vale para las adaptaciones de cuentos clásicos, vale para cualquier temática que se ponga de moda. En el fondo, lo que realmente importa es que la historia sea buena, más allá de que se origine dentro de tal o cual corriente.
Ahora mismo tengo tres ideas rondándome por la cabeza. Una de ellas es la continuación de La casa de la Colina Negra, otra es una nueva novela de fantasía oscura, ambientada en La Telaraña (el mismo universo en el que se ambienta la novela que acabo de mencionar) y una tercera obra que trata sobre la nostalgia y el amor a las historias, y en la que el elemento fantástico como tal no tiene el mismo peso que ha tenido en mis obras anteriores pero que, por supuesto, también está presente. A día de hoy todavía no tengo claro por cuál de esas tres obras voy a decantarme, así que, mientras me decido, las iré escribiendo de forma simultánea. Lo más probable es que una vez me ponga en ello, una de las ideas cobre más fuerza, más “necesidad de ser contada” que las otras dos y entonces me dedicaré en exclusiva a ella. Algo que tengo claro es que ninguna de esas tres obras va a ser demasiado larga, aunque luego nunca se sabe, claro… En un primer momento calculé que El Ciclo de la Luna Roja iba a ser una única novela de no más de trescientas páginas y luego todos sabemos en lo que se terminó convirtiendo.
Muchas gracias por todo, José Antonio, desde El Tiramilla te deseamos toda la suerte del mundo con tus libros y esperamos volver a charlar pronto otro rato. Si quieres añadir unas últimas palabras, estas líneas son todas tuyas.
Gracias a vosotros. Os deseo toda la suerte del mundo en la andadura de vuestro diario online. Me encanta ver cómo van surgiendo nuevas iniciativas alrededor de la literatura y la vuestra tiene una pinta estupenda. Un abrazo para todos los que hacéis posible el diario y otro para vuestros lectores.