Es un misterio por qué Berry Gordy acogió bajo su protección a CHRIS CLARK, una chica blanca nacida en Los Angeles. Cuando ella tenía 17 años hizo una audición para el productor de la Motown, Hal Davis, en 1963, con una seductora recreación del “All I could do was cry” de Etta James. Davis envió el acetato que grabaron durante la prueba al jefe de la Motown, quien, tras oírlo, se mostró impaciente por escuchar a Chris en directo.
Cuando la chica llegó a Detroit se encaminó enseguida a la sede de la discográfica y cuando se disponía a cantar la canción, Berry Gordy le preguntó si podía acompañarla al piano. Chris Clark le contestó que era una canción muy difícil de interpretar, y que seguramente él iba a encontrarla demasiado complicada…
Berry la miró burlonamente y no la acompañó. Después de escucharla la llevó a que se la cantase a Holland, Dozier & Holland, y después a que lo hiciese también para Smokey Robinson. Cada vez, Berry insistía en acompañarla al piano, y cada vez Chris declinaba su ayuda… y apreciaba en Berry una mirada que cada vez le resultaba más extraña…
Hasta que alguien le dijo que Berry Gordy era el compositor de aquella canción tan difícil.
Pero Berry no se ofendió por sus dudas, sino que entusiasmado por aquella alta y sofisticada rubia platino, llena de descarada desenvoltura y dueña de una emotiva voz, que había afilado en los clubs nocturnos de San Francisco durante su estancia en la Universidad, lo que hizo fue meterla en un estudio de grabación con uno de sus mejores equipos de composición y producción, el formado por Brian Holland, Lamont Dozier y Eddie Holland.
Durante el bautismo de fuego de Chris Clark en los estudios de Hitsville, su autoconfianza bajó un poco por lo intimidante de la situación; allí estaba ella, una novata, rodeada de los compositores de mejor pedigrí del mundo. Tampoco ayudaba nada que Berry estuviese siempre presente, lo que creaba un clima de miedo que hacía que a veces los asustados músicos de sesión alquilados para las grabaciones sufrieran ataques de pánico y perdiesen los nervios, cosa que ocurrió con uno de ellos mientras grababan el single con el que la chica debutó en la Motown, “Do right baby, do right”, una canción compuesta también por Berry, que insistía en que sonase especialmente bien. Chris debió contagiarse del ambiente porque cuando tenían que comenzar a grabar “Love’s gone bad” se equivocó y comenzó a cantar el “In the midnight hour” de Wilson Pickett, lo que hizo que Brian Holland saliese malhumorado del estudio. Posteriormente, esta canción fue el único éxito de Chris en 1966.
No fue ese el problema menor que tuvo Chris Clark durante su estancia en la Motown, sino que compartió los mismos que tenían también otro pequeño grupo de artistas de ese sello. Cuando llegaban las navidades, la Motown organizaba un concierto en el Fox Theatre de su ciudad, Detroit, antes del cual, a modo de prueba, pasaba una película con los intérpretes de cada año ante una mediana audiencia de espectadores para ver su reacción ante unos y otros. Cuando el blanco rostro de Chris apareció en la pantalla toda la audiencia prorrumpió en un estallido de abucheos y pataleos.
A pesar de ello, la noche del festival Chris estaba también allí. Stevie Wonder y los Temptations le habían aconsejado que no saliese a cantar, pero Berry Gordy se la llevó a un rincón y le dijo que comenzase a hacerlo fuera del escenario, y así nadie podría verla. Lo hizo así, y todo el mundo comenzó a aplaudir al escucharla; unos momentos después Chris caminó hacia el escenario, y al aparecer en él los aplausos se convirtieron en un silencio mortal, pero ella siguió cantando hasta el final.
Las reacciones ante ella eran siempre bastante parecidas; cuando la gente de promoción llevaban a las emisoras de radio sus singles la acogida de los disck-jockeys era bastante buena, y los ponían a menudo, pero cuando se enteraban de que la chica era blanca se quejaban a la Motown de que habían querido engañarlos.
Por eso Chris Clark se sorprendió tanto cuando Berry Gordy le ofreció un contrato para grabar un LP completo el año siguiente.
En ese disco ella no tuvo ninguna capacidad de decisión, entró al estudio y los productores le dieron las canciones que querían que cantase y Chris tuvo una hora para aprendérselas antes de grabarlas. Tenían tres veces la cantidad de material que necesitaban para el disco y lo despacharon todo en muy poco tiempo.
El disco se llamó “Soul sounds”, y a pesar de ser un producto fabricado típicamente con los standards de la Motown, tenía cosas que le hacían extraordinario. Uniendo el rhythm & blues potente de Martha Reeves, con la maestría de Dusty Springfield y la forma melosa de cantar de las Supremes, la voz de Chris Clark era el recipiente perfecto para las sinfonías en miniatura de Berry Gordy y Holland-Dozier-Holland: “I want to go back there again” es tan patética como efusiva; “Whisper you love me baby”, que ya conocíamos por la versión de Mary Wells, es una súplica deliciosa; “From head to toe” de Smokey Robinson y el “Got to get you into my life” de los Beatles son vertiginosas canciones de baile; “If you should walk away”, que después fue un éxito cuando la hicieron a dúo las Supremes y los Temptations, es una balada de puro pop…
Pero “Soul sounds” recibió poquísima promoción y se hundió sin dejar rastro.
Chris todavía llegaría a grabar un LP más en 1969, el decepcionante “CC rides again”, que fue el único disco que se editó en Weed Records, un sello filial de la Motown que tuvo tan poco recorrido en el mundo discográfico como el de la propia Chris Clark.
En realidad como ella dejó su marca no fue con su música, sino como vicepresidenta de la división cinematográfica de Motown, periodo durante el que escribió el guión en 1971 para la biografía de Billie Holiday que vimos en el cine con el título de “Lady sings the blues”.
Una década después se convirtió en vicepresidenta de Motown Productions, donde supervisaba practicamente todo lo que salía de la compañía, pero dimitió en 1989 para dedicarse a la rehabilitación de animales heridos y enfermos.
Durante muchos años vivió en una cabaña en los bosques de Arizona, con la compañía de dos enormes perros mixtolobos irlandeses, sin echar de menos para nada el stress del negocio discográfico.
Me gustaba lo que hacía, pero no cambiaría en nada mi decisión de dejarlo. Pasé la mitad de mi vida en la Motown y allí aprendí todo lo que sé. Y todavía recuerdo con cariño a Berry Gordy y todos aquellos tiempos…
Y quizás este recuerdo terminó por pesar demasiado, junto a los achaques de la edad, que ya hacía peligrosa su silvestre forma de vida, y se trasladó a la más soleada California, donde se dedica actualmente a montar exposiciones fotográficas con sus trabajos sobre animales y naturaleza, y a subirse de vez en cuando a algún escenario para regalarle a la concurrencia alguna buena pieza de soul.