En esa prodigiosa y encantada enseñanza es donde reside el duende de Roger, Hellen y su creador, Christopher Morley, pues su tesón como artista nos hace disfrutar de esa rica vida interior que nada más conoce el buen lector, siempre dispuesto a que cada nuevo libro le cambie la vida, y que en el caso de la novela La Librería Encantada viene reflejado en este diálogo entre el Sr. Mifflin y Gilbert.
«—Siempre imaginé— dijo Gilbert, —que la vida en una librería sería apacible y tranquila.
—En absoluto. Vivir en una librería es como vivir en un depósito de dinamita. Esas estanterías están cargadas con los más temibles explosivos del mundo: los cerebros humanos. Puedo pasarme toda una tarde lluviosa leyendo: mi mente alcanza entonces estados de pasión y ansiedad por los problemas mortales que puede perder mi humanidad. Es terriblemente nocivo para mis nervios. Rodee usted a cualquier hombre con los libros de Carlyle, Emerson, Thoreau, Chesterton, Shaw, Nietzsche y George Abe... ¿Se imagina la excitación que experimentaría? ¿Qué sentiría un gato si lo obligaran a vivir en un cuarto tapizado de hierba gatera? ¡Enloquecería!» Y nosotros con ellos, pues no hay nada mejor que el gusto por las buenas lecturas.
Ángel Silvelo Gabriel.