Podemos reconocer desde La República de Platón, que las fábulas, es decir la ficción como narrativa, es mentira (Leon Gómez, pág. 42), donde el autor de la obra, puede validar o no, ya no sólo el concepto de la mentira sino convertirla en parte de su simulación o convenciones estilísticas, eso mismo se traslada a lo cinematográfico, porque entendemos que el cine es una mentira que crea una aparente realidad, ya sea a través del guion y su conformación de un mundo, igualmente a través del montaje y su ilusión de continuidad, con su planimetría y trabajo lumínico; pero no son pocas las veces, que esa mentira se ha convertido en la estructura de la obra, principalmente con tintes ensayísticos o hasta cuestionando ese mismo concepto tantas veces estudiado por filósofos, analistas y artistas, como lo es la verdad. En este caso seleccionamos tres documentales o ensayos audiovisuales, en los que se pone principal atención en el mentir para crear, ya no una sensación de realidad sino para que esa mentira cuestione al mundo. Aunque ninguna de las tres obras tiene algún tipo de relación temática, de nacionalidad o hasta de género, si se puede identificar en estas, el juego o manipulación técnica y conceptual de lo audiovisual, para crear un nuevo relato; a continuación analizaremos estas obras
F de Fake (1973)
Orson Welles, en los años 70, creó una de sus obras más personales, ajena a su cinematografía narrativa, donde la excusa de una biografía al célebre falsificador Elmir de Hory, se convierte en todo un tratado sobre la mentira, la falsificación y en cierta manera, sobre ese espejismo que es el cine, el mundo del arte, que no son ajenos a esa concepción de lo mágico. Con tintes ensayísticos, y con el mismo Welles como presentador - presdigitador, se desarrolla una obra en la que se juega con diversos tópicos, temáticas y estilos; manipulando el montaje, mezclando secuencias y conceptos, como la verdad y la mentira, pero todo con ese carácter juguetón y hasta irónico de un Wells, bastante maduro y alejado de ese Hollywood, que hacía tiempo le había dado la espalda. Aunque no sea fortuito el desarrollo del tema, este partió de un documental de Francois Reichenbach sobre de Hory, -quien ya había retratado a Welles en otro documental-, lo que hace pertinente este a este ensayo con imágenes en movimiento, son las interconexiones, entre lo cinematográfico, el acto mágico, la falsificación en sus diversas formas y ese desencanto que Welles parecía tener ya no sólo con Hollywood sino con el cine en general, cabe recordar que en sus últimos 20 años de vida, sólo pudo finalizar cuatro películas, reforzando esa idea de cineasta maldito e incomprendido, que se puede vislumbrar a los personajes que está retratando. F de Montaje Pero tal vez, donde mejor funciona esta obra, es en su montaje, uno donde todos los artilugios, ases escondidos y desentrañamiento, visibilizan ese mismo acto de creación y sentido que tiene una película, es decir, Welles rompe con esa idea de la invisibilidad del montaje clásico y narrativo, y se enfunda en ese traje del creador, del mago, que al unir una imagen con otra, crea nuevos sentidos, como analizaba Eisenstein y otros montajistas y autores. Igualmente, porque la profunda y característica voz del nacido en Kenosha, juega con las imágenes, ya no sólo al estilo del documental o del narrador omnipresente, sino como decodificador de sus propias ideas. Uno de esos grandes trabajos - menores en términos presupuestarios y de público-, que entre el falsodocumental -aunque para mí, es la noción menos correcta-, el material de archivo, lo ensayístico y lo autoreferencial - porque definitivamente Welles no sólo es el personaje que presenta sino que se identifica con los otros personajes y con la idea misma de la falsificación-, un inteligente trabajo de montaje, y en cierta forma, una obra fundamental para eso que entendemos como Cine ensayo, Narrativas Supercut o en el caso más amplio, el rompimiento de las narrativas tradicionales del cine.
El tigre de papel (2006)
La figura de Pedro Manrique Figueroa fue fundamental para el arte colombiano, principalmente el collage con tintes políticos, e innegablemente, como toda figura, su representación asume o resume buena parte de los conflictos, acontecimientos y narrativas de un país, ya sea a nivel político, social o estético, que fue finalmente lo que propuso Figueroa; el único gran problema con esto, es que ni Figueroa existió y mucho menos fue un iniciador del (pos)modernismo colombiano; esto fue lo que propuso el cineasta caleño Luis Ospina, quien logra desentrañar los códigos del documental, a través de este trabajo, que vira más hacía lo ensayístico, cercano al falso documental, y con esa noción que es vital para este texto, como lo es la mentira, ya no sólo como un subgénero - documental- sino como un constructo de las estructuras audiovisuales, porque este trabajo, juega, también con el montaje cinematográfico, con esa idea del collage como refuerzo de la estructuración de la obra, y en cierta forma, porque se cuestiona al país, al arte y a sus propios conflictos, a través de su mismo sustrato, así como de la mentira como motor narrativo. Aunque, cuando el engaño narrativo se hace evidente, éste empieza a perder fuerza, eso no quiere decir que no sea un trabajo valioso, tanto como deconstrucción del documental, como refuerzo del montaje cinematográfico- siempre se le reconoció a Ospina, como a uno de los mejores montajistas del país-, y su humor paradójico, que logra hacernos cuestionar sobre el papel de la mentira en el arte y la cultura.
Mentira en 5 etapas
El inteligente guion o estructura nos relata a la vez los conflictos de un país, la desazón de una generación y con mucho humor, la validación de la cultura colombiana, en todas sus formas, la baja y la alta, a la que pareciera retratar Manrique Figueroa, que más que uno alter ego de Ospina, es de sus ideas y acidez crítica.
Un trabajo que vale la pena revisar, bastante interesante en términos de montaje, y que sí bien pierde un poco el hilo, o en mi caso el interés, cuando se hace evidente la mentira, sigue siendo uno de los más interesantes trabajos del ya fallecido cineasta, que se puede arropar con ese manto vaporoso de Caliwood.
Room 237 (2008)
Kubrick era tan inteligente, que imprimió con su The Shining una serie de ideas tan complejas, que aluden desde El Holocausto hasta la representación de un ascensor como parte de la matanza de los nativos americanos, o por lo menos es lo que intenta conglomerar el documentalista Rodney Ascher , en una serie de teorías, unas más evidentes que otras que proponen desde historiadores hasta personajes propios de las teorías conspirativas; Ascher, mezclando las imágenes de la película (The Shining) con las voces over de los entrevistados, crea un relato, nada ajeno a lo ensayístico, en la que se difunden ideas, que como asume la posmodernidad, todo se puede convalidar, y su referencialidad está supeditada por experiencias y datos, muchas veces cercanos a la sobreinterpretación, en algunos casos funciona bastante bien, principalmente frente a la idea publicitaria, que se propone en el primer relato - que igual no es nada rebuscada, frente a las lógicas capitalistas del cine- , y otras, en las que definitivamente son excesivas y más ficticias que la obra original. Tal vez Room 237, que hace alusión a la habitación prohibida para Danny - el hijo de la pareja que cuida el hotel- y que también es el espacio misterioso o encantado, no sea una obra que se cuestione la verdad o la mentira en el cine, pero sus propias teorías, que como reconocen los productores y el director, no las comparten, y son solamente futro de la interpretación de tales invitados. Eso si, hay que reconocer un gran trabajo de montaje, y ese engañoso juego que se da entre las imágenes y las voces, dando sus propias luces sobre la película, o construyendo un nuevo relato, en el que entendemos que esta obra de culto, está llena de tantos misterios, que ni el mismo Jack Torrance, hubiera querido descifrar. Otro trabajo, que se diluye entre lo ensayístico y el apropiacionismo cinematográfico, donde las ideas y nuevas teorías, transforman el papel inicial de The Shining, no sólo como una película de terror, sino como todo marco referencial de los sucesos trágicos, engañosos y particulares, posterior a la segunda guerra mundial. Es, en este punto que le trabajo de Ascher funciona, porque realmente encontramos nuevos datos, formas y hasta impresiones de esa película tan odiado por Stephen King - su escritor original- pero alabada por la crítica, público y otros analistas, menos ortodoxos. Un trabajo a recomendar y volver a revisar, principalmente en su montaje ReferenciasLeon Gómez (2018) Breve tratado de la mentira