Ciudad de los ángeles caídos, de Cassandra Clare - Crítica literaria

Por Eltiramilla

Título original: City of fallen angels
Cuarto tomo de la saga Cazadores de sombras: Ciudad de hueso, Ciudad de ceniza, Ciudad de cristal, Ciudad de los ángeles caídos, City of lost souls (aún por publicar) y City of heavenly fire (aún por publicar)
Clasificación: Novela fantástica urbana, romántica
Edición: Destino, mayo de 2011, 17’95 €
Valoración: 3 sobre 5

Tras la lucha en Idris y los acontecimientos que la rodearon, la paz ha llegado para cazadores de sombras y subterráneos, ahora unidos por una alianza como nunca antes se había visto. Y con la aguas de nuevo en su cauce, todos regresan a su vida. Clary está pletórica porque al fin puede mantener una relación con Jace y además va a comenzar a entrenar para convertirse en lo que siempre debió ser desde su nacimiento y le fue negado, una cazadora de sombras; entretanto, su mejor amigo Simon intenta conciliar su nuevo yo con su antigua vida, algo que parece casar tan bien como el agua y el aceite, sobre todo en vista de los sucesos más recientes, y eso sin contar con su relación a dos bandas con Isabelle y Maia. A los ires y venires adolescentes se suma una serie de asesinatos. Las víctimas son cazadores de sombras, antiguos miembros de El Círculo que han aparecido muertos en los distintos territorios de los subterráneos, algo que podría poner en peligro la paz recién instaurada. Por si esto fuera poco, también sacude la calma el hallazgo de un bebé muerto en la puerta de un hospital, un infante humano con manos como garras y ojos completamente negros…

Ciudad de los ángeles caídos nació con la intención de ser un spin-off de la trilogía de Cazadores de sombras (CdS). Esta nueva serie giraría en torno a Simon, dejando a Clary y Jace como meros secundarios. Sin embargo, pronto resultó evidente para la autora que el desenlace de Ciudad de cristal dejaba varios cabos sueltos que debían ser atados. Así, cambió el concepto de la nueva trilogía, convirtiendo en hexalogía la historia de los jóvenes cazadores. Una jugada arriesgada, teniendo en cuenta que tanto el conflicto principal como el amoroso quedaban resueltos en el tercer libro de CdS, lo que planteaba la duda de qué ocurriría a continuación y cómo. Y de esta guisa, sin saber muy bien con qué nos vamos a encontrar, comenzamos la lectura del título que nos ocupa en esta crítica. Nuevas hojas, nueva historia. Una trama que quizás tarda demasiado en arrancar, en mostrar su cara y decirnos por dónde van los tiros, mientras deja al lector en un limbo solo amenizado por nimias pinceladas del argumento principal y grandes dosis de “folletín romántico” y problemas personales. Esto último es entendible y de hecho necesario para el buen desarrollo de los personajes, como es el caso de Simon. En cambio, Jace no tiene tanta suerte en este aspecto, y es que en la mayor parte de sus apariciones se ve convertido en una sombra emo y deprimente de sí mismo debido a un planteamiento un tanto erróneo de su inevitable evolución, tanto personal como de pareja. Claro que, más allá de los males del corazón y dificultades de cada individuo, nos encontramos con nuevos personajes que aportan frescura y tres frentes argumentales cuyas incógnitas intrigan y enganchan, aunque su efecto se ve un tanto minimizado por la falta de fluidez y equilibrio al intercalar los momentos de acción con el resto de situaciones. En cualquier caso, esto último es lo que nos empuja a devorar página tras página en un intento por descubrir lo que hay detrás de todos esos sucesos. Hasta que se descubre el pastel y nos viene un sabor amargo a la boca, por no decir un “¡venga ya, hombre!” exclamado con muchísima indignación y que dura hasta el final de la obra.

Si hay una conclusión que se puede sacar de Ciudad de los ángeles caídos es que, una vez más, se trata de la misma receta a la que simplemente se le han cambiado algunos ingredientes. Me parece bien que se alargue la saga para atar cabos sueltos y dar lugar a la evolución completa de algunos de los personajes que, por su situación, lo necesitaban; pero no a costa de repetir de nuevo el mismo patrón, porque eso cansa y enfada al lector que es capaz de ver más allá de los momentos “fan service” (o lo que es lo mismo: hot hot hot). Una pena, pues el mundo creado por Cassandra puede dar mucho juego y, puestos a continuar, mejor hacerlo de forma original y novedosa huyendo de lo ya utilizado. Aunque si sirvió una vez, ¿por qué no dos?