Somoza crea un mundo en el que el arte ya no son lienzos, esculturas, ni tan si quiera actuaciones de los artistas, si no las propias personas. No los artistas, que ya muchos les consideran el propio arte, sino que los jóvenes, incluso niños, estudian para SER obras de arte. Se les imprima, se les expone, se les vende. Las obras de arte son felices, y a nosotros nos cuesta comprender. Sufren situaciones agobiantes, estresantes, se les pone al límite para conseguir de ellos una expresión por parte del "artista". Hay artistas y artesanos, obras y "adornos", arte legal e ilegal (lo que él llama "Art shock" y "Arte manchado"), conservador y vanguardista. Las personas no son más que simples lienzos. Se le llama ARTE HIPERDRAMÁTICO. Cada detalle está cuidado con un mimo infinito. Está claro que Somoza se informó sobre como trabajan los artistas.
El terror llega cuando al principio de la novela una obra, una chica de 14 años, es asesinada. ¿Asesinato o antentado contra el arte? ¿Se investigará la muerte de una niña o se intenta restaurar una obra que parece perdida? ¿Es una estrategia de las competidoras casas de subasta?. Junto a cada víctima aparece una grabación con diferentes sentencias sobre el arte, entre ellas algunas de las primeras frases: "El arte es destrucción, antes era sólo eso (...) El arte que sobrevive es el arte que ha muerto".
Somoza lo ambienta en Madrid, Alemania, Holanda, año 2006 ¿casualidad?. Hace aproximadamente un mes leía una noticia titulada "Sólo para mirones". Anunciaba que durante este verano en la National Gallery de Londres podría verse una obra de Mark Wallinger en el que una bella joven se daba un baño en las salas del museo mientras los visitante la miraban "a lo voyeur". Decían inspirarse en obras de Tiziano dedicadas a Diana. Así se llamaba la exposición "Metamorfosis: Tiziano 2012". ¡Anda! Bruno van Tysch, el autor de la obra de Somoza, ¡lo hace en homenaje a Rembrant!
No estamos tan lejos de aquello que creía escandoloso cada página que pasaba, no estamos tan lejos de convertir a las propias personas en objetos de arte. Pero... ¿y si acabamos igual que en esta novela?. No es únicamente esta obra, esta exposición, poco a poco, cada performance, Marina Abraemovic sentándose durante horas en el MoMA donde la gente pasa para mirarle a los ojos.
No voy a mentir, reconozco que pasé miedo con la novela, pero creo que empiezo a pasar más miedo ahora al ver, que no es sólo un libro, es la vida real.