Claustrofobia en una urbanización residencial: VIVARIUM (2019)

Por Pallares
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Claustrofobia en una urbanización residencial: VIVARIUM (2019)

La película dirigida por Lorcan Finnegan nos somete a replantearnos cuestiones relacionadas a la arquitectura y el urbanismo, pero también hacia algo mucho más profundo: la despersonalización de la especie humana en este tipo de conjuntos habitacionales.

En ‘The Truman Show’ (1998), aclamado filme protagonizado por Jim Carrey, su personaje conocido como Truman luego de casi 30 años decide dar por terminado un vínculo en el cual fue obligado a pertenecer desde niño, un universo creado únicamente para el triste consumo de las masas. Criado casi en un interminable set de cinematografía, Truman forma parte de un experimento social y solo conoce su realidad, negándose a creer que todo lo que le rodea es ficción. Ahora, ¿qué sucede si ese destino lo elegimos nosotros y termina siendo una catástrofe?.

‘Vivarium’ nos presenta a una joven pareja que visita una inmobiliaria para comprar una casa. Hasta ahora nada parece extraño, hasta que conocemos a quien los recibe, un perturbador agente inmobiliario de una urbanización a las afueras de la ciudad. Este peculiar conjunto de viviendas lleva el nombre de ‘Yonder’, en palabras de Martin, el agente inmobiliario, “un desarrollo maravilloso, tranquilo y práctico. Tiene todo lo que necesitas y todo lo que quieres. Y en cuanto a los precios, no es de extrañar que estas casas se estén vendiendo.”

Este conocido cliché hace que Gemma (Imogen Poots) y Tom (Jesse Eisenberg) se sumerjan en el repetitivo universo suburbial de ‘Yonder’. Casi desconfiados, comienzan a experimentar el recorrido del barrio: la clásica tipología de vivienda con techo a dos aguas, simetría y geometrías obsesivas que se repiten en un loop monótono y monocromático. “Muchas casas tienen la pretensión de ser ideales, pero estas casas son realmente ideales”, el doble sentido en sus declaraciones y su actitud perversa nos ubican ya desde el principio en un clima oscuro e incómodo para el espectador, secuencias que podrían perfectamente estar en un capítulo de ‘Black Mirror’.

Internamente la tipología no presenta demasiado interés. ¿Ideal?, para la pareja no parece serlo. Todo resulta tan incómodo que la vivienda está preparada solo para recibir a un hijo varón, todo está cuidado y meticulosamente ordenado, las tazas geométricamente ubicadas, ropa tendida (lo cual resulta muy extraño) y los cuadros son pinturas de la propia vivienda. El filme realiza un giro inesperado cuando Martin, el agente inmobiliario, sigilosamente desaparece y deja a la pareja en soledad. Esta desaparición significa el comienzo de un viaje al desconcierto, Gemma y Tom son rehenes de la surreal urbanización en donde todos los caminos conducen al mismo destino: la tipología de vivienda N° 9.

‘Exodus o los prisioneros voluntarios de la arquitectura’ manifestaba Rem Koolhaas en su proyecto final de carrera allá por los 70’s, un proyecto que estudiaba liberar a la arquitectura de la propia arquitectura. Un lado bueno y un lado malo. La migración hacia el lado bueno supone una búsqueda de la libertad y mejor calidad de vida. Lo mismo buscan Gemma y Tom para su futuro, pero no siempre las cosas salen como uno desea. La claustrofobia y la locura se apoderan de la pareja producto del encierro.

No sería disparatado decir que ‘Vivarium’ retrata el confinamiento antes del confinamiento. Una pareja en un encierro inoportuno, sumada la incorporación al clan de un niño que nada se conoce de su procedencia. La película llega aquí al clímax y comienza el desborde de la relación: la crianza de un niño desconocido, la impotencia y las falsas promesas de una persona que envía cartas anunciando determinados objetivos para poder escapar de la urbanización. “Viviendas de calidad para la familia. PARA SIEMPRE”, anuncia el cartel principal de ‘Yonder’, y vaya que se cumple.

El desgaste de la pareja es acompañada por actitudes completamente bizarras de un niño que se convierte en adulto de un día para otro, la imposible búsqueda subterránea de una salida y escenarios que nos recuerdan a René Magritte o aquellas películas expresionistas de comienzos del siglo XX.

En el comienzo de la película suena una canción compuesta por el músico jamaiquino Dandy Livingstone, ‘Rudy, a message to you’. A modo de premonición, y justo cuando Gemma y Tom están adentrándose en el infierno suburbano de ‘Yonder’, suenan versos como “Cada día te haces más viejo, quieres pensar en tu futuro, o podrías terminar en la cárcel”. Un vivario, ‘vivarium’ en latín o también conocido como “lugar de vida”, es un área de observación generalmente cerrada para criar animales o plantas para su posterior investigación.

Esta monótona vida es la que experimenta la pareja en este suburbio de viviendas que carece de espacios de recreación, donde todas las casas son iguales y nos permite pensar en la homogenización tanto del individuo como de la propia arquitectura que los rodea. ‘Vivarium’ funciona como metáfora de la paternidad, las dificultades de la vida cotidiana y la monotonía.

Para materializar estos conceptos el escenario perfecto es la vida en los suburbios de las grandes ciudades, aquellas urbanizaciones fantasmas sin identidad.

“Lo que está claro es que o cambiamos de modo de vida o este modo de vida acaba con nosotros” manifiesta el director de la película Lorcan Finnegan. El futuro parece no ser tan ideal como propone ‘Yonder

* Una columna de Andrés Angelero e Ignacio Sambarino, ambos arquitectos, creadores de la plataforma “Arquinema colectivo” que se ocupa de detectar y difundir paralelismos entre arquitectura y cine.
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