Porque quien más quien menos sabe de casos en que el iPhone ha acabado en el fondo de una piscina, eso sí, convenientemente metido en el bolsillo de su propietario. O bien le ha caído encima cerveza, agua y toda clase de líquidos (otros también, lo prometo, aunque eso prefiero omitirlo). Otros lo hacen porque sencillamente les da la gana. Se ve que disfrutan destrozando estos cacharros. Que hay gente p’a tó, que dijo el Guerra. En muchos casos, cuando lo extraes y devuelves al mundo seco, lo damos por muerto.
De todas formas, y como os he dicho antes, un buen seguro no viene mal para estos casos. Os lo dice vuestro amigo Argimiro, el Garantizador.