Durante los últimos lustros, la industria farmacéutica ha ido trasladando la realización de los ensayos clínicos con los que demostrar la eficacia y seguridad de sus fármacos a países donde les dan “facilidades”. En ellos se gestó la vacuna del papiloma y así se han “probado” inmunizaciones como la del neumococo.
Cada vez más medicamentos se comprueban en países pobres o con economías necesitadas de inversiones; en los que la legislación para la investigación farmacéutica es más laxa que en Europa o Estados Unidos; donde encuentran con facilidad personas capaces de “entregar su cuerpo a la ciencia” (la mala ciencia) por las posibilidades económicas que ello entraña; y donde los gobernantes ofrecen un marco adecuado a los intereses de las llamadas Big Pharma.
Gracias a los profesionales sanitarios de la plataforma No Gracias por la ética y la transparencia conozco un trabajo de dos viejos conocidos míos, la médico y profesora de la Universidad de Georgetown (USA), Nuria Homedes, con la que compartí sesión de conferencias y cena en Caracas hace algunos años y el profesor de Sociología de la Universidad de Austin (USA), Antonio Ugalde, con quienes me inicié en el mundo de los medicamentos.
En él explican las dificultades que tienen las farmacéuticas que se autodenominan innovadoras para retribuir a sus accionistas con una jugosa rentabilidad.
Los medicamentos denominados blockbusters, superventas, quellos que ofrecen una facturación de más de 1.000 millones de dólares anuales, han ido perdiendo sus patentes (que suelen durar unos veinte años desde el comienzo de la investigación) y ha sido realmente difícil relevarles con otros fármacos tan vendidos.
Pero, claro, los accionistas siguen con las mismas ganas de recibir altos dividendos.
¿Que están haciendo las farmacéuticas para agradar a sus accionistas?:
Acelerar la ejecución de los ensayos clínicos para obtener, en el menor tiempo posible, el permiso de comercialización y así incrementar el tiempo monopólico de ventas de los nuevos medicamentos”.
Pero la investigación y desarrollo de medicamentos es un proceso lento, que conlleva superar muchas dificultades técnicas. Más rápido puede significar peor. Y pero cuando se trata de fármacos significa que el resultado empastillado puede ser un producto de baja o nula eficacia y lo que es aún peor, de variados y graves riesgos o mortal.
En este contexto, los autores describen el modo en que las farmacéuticas acortan el tiempo de ejecución de las pruebas clínicas en América Latina y las consecuencias en la calidad de los datos que se obtienen y en la protección de los derechos humanos de los sujetos de experimentación.
La realidad de los ensayos americanos se asimila a la trama de la novela El jardinero fiel, de John Le Carré, que como ya he contado alguna vez se basa en hechos reales, en concreto en la experimentación en niño enfermos de meningitis de un antiobiótico de Pfizer llamado Trovan. Muchos murieron o quedaron gravemente dañados.
En América Latina, como destacan desde No Gracias del texto de Ugalde y Homedes:
nos introduce en una corrupción mucho mayor de lo que imaginábamos, con ministros de salud puestos por la industria solo para aprobar leyes permisivas, médicos que engañan a los pobres e incultos para que participen en los ensayos y muertos escondidos bajo las alfombras”.
Cargados de datos que ponen de relieve el atroz escarnio de los derechos humanos de la población latina destaca la prueba de dos vacunas que están en el mercado español y son usadas de manera regular: neumococo) y virus del papiloma humano. Las condiciones en las que se ensayaron lleva a los médicos de la asociación por la ética a argumentar:
imposibilita garantizar unos mínimos criterios de calidad y rigor“.
Por cierto, ¿también se les acusará ahora de “antivacunas” a estos profesionales sanitarios?
La farmacéutica GlaxoSmithKline pagó 350 dólares por bebé. Leed las condiciones en las que se probó la vacuna y la serie de personajes y pelotazos que les rodean.
Los gobiernos provinciales en Argentina convirtieron los ensayos de vacunas del neumococo en una obligación del Estado y en los tres países analizados (Argentina, Costa Rica y Perú) modificaron la normativa que regula los ensayos en favor de la industria“, cuentan Nuria y Antonio.
Alguna perla sobre la del papiloma:
Costa Rica ha sido una de las sedes más importantes del mundo para los estudios y ensayos sobre la vacuna para el virus del papiloma humano VPH-16 y VPH-18. Una buena parte de lo que se conoce sobre el VPH proviene de allí. La investigación sobre factores de riesgo empezó en 1985 en Guanacaste, por entonces, la región más pobre del país“.
Leed sobre la “calidad” de los consentimientos informados de las “personas cobayas”; sobre el nivel de conocimiento de su participación en los ensayos; ya entonces aparecieron los primeros efectos secundarios serios.