Como íbamos a por el cocido no probamos nada más. Nos sentamos, pedimos de vino un Grego Roble que, para nuestro gusto, es de los mejores vinos de la capital y a esperar el cocido con un aperitivo de humus que te servían. Y el cocido llegó, presentado en tres vuelcos:
- Llegó la sopa, en un perol que te dejaban encima de la mesa para repetir tantas veces como quisieras. El sabor era intenso aunque algo pasado de sal. El fideo estaba duro, algo que a algunos comensales gustó y a otros no. Como acompañamiento unas piparras.
- El segundo vuelco venía en bandeja de metal a juego con la sopera. Al principio pensamos que sería poco pero la bandeja engañaba y sobró. Incluía zanahoria, repollo, patatas y los garbanzos, del tipo pequeño, pedrosillano y con una cocción perfecta. Su punto fue de lo mejor del cocido.
- El tercer vuelco llegó a la vez del segundo con los ingredientes típicos morcillo, pollo, tocino, tuétano, chorizo y jamón... o más bien hueso de jamón ya que apenas había carne. Excepto el jamón, todo estaba esplendido. A mi gustó destacaba el tuétano y el tocino para el resto de comensales el chorizo.
Para los postres cinco opciones a elegir, todas a 5€, también con su toque madrileño: hojaldres de la Pastelería del Pozo, Torrijas, etc. Nosotros nos decantamos por la torrija, que venía acompañada de helado de vino, un sorbete de manzana y una tarta de madroño que era una especie de tarta de queso.
Servicio muy agradable, aunque a veces algo despistado, es efectivo y atento.
El precio del cocido fue de 19,90€ por comensal, en la franja media. Nos acompañaba un niño de 4 años al que le sirvieron cocido sin problema y sin tener que pagar un plus (en nuestra anterior experiencia en La Cruzada le cobraron 14,5€ de medio cocido). Con los tres postres, el vino (14€), un agua y un café salió por 116 euros. Un buen precio para probar un buen cocido, en un local muy nuevo y cuidado fuera de los locales típicos y famosos. Además de estar en una ubicación perfecta, en pleno centro, en Tudescos, pegadito a la Gran Vía.