Cocido madrileño XIX: Palacio de Cibeles

Por Amoras
¿Hay algo más castizo que el cocido madrileño? ¿Y que la Cibeles? ¿Y si nos vamos el día de la Almudena a comer un cocido a La Cibeles? Pues allá que nos fuimos, más chulos que un ocho, eso sí, sin parpusa ni mantón.
Resulta que en el actual edificio del Ayuntamiento de Madrid hay un restaurante, el Palacio de Cibeles. Y da la casualidad que los jueves dan lo que ellos llaman el Cocido Cibelino. Y aprovechando que justo en ese día caía el festivo, nos lo apuntamos en la agenda. Con reservar el día antes, fue suficiente.

El restaurante es elegante, de los que ya no se estilan. Con manteles de lino, copas altas, servicio hipereducado, silencioso e imponente al entrar. La carta es cara, con arroces y platos principales que rondan los 30 €. Dispone además de menú al mediodía por 38,50 € y menú de noche por 55 €, bebidas no incluidas. El cocido cuesta 29 €. Caro, aunque bien es cierto que ya hay varios sitios donde lo cobran a este precio.
El cocido comienza con unas croquetas como aperitivo, que nos trajeron junto unas rebanadas de pan con tomate y aderezos de guindilla, comino y vinagre. Las croquetas, una por comensal, estaban bien ricas.

A continuación, la sopa. Vienen los platos con los fideos y con una hoja de hierbabuena, sobre los que sirven, ya en la mesa, el caldo. El caldo está desgrasado y hacen hincapié en ello. La hoja de hierbabuena, además, aligera en exceso el plato. Es curioso, porque de entrada, la sopa parece demasiado insípida, pero según vas avanzando, va intensificándose. Nos ofrecen repetir. Inicialmente lo rechazamos para no llenarnos, pero unos minutos más tarde, no nos dan opción y nos traen más fideos y más caldo.

Los garbanzos vienen servidos en platos individuales y acompaña una bandeja al centro con todos los acompañantes. No le falta de nada (quizá un poco de cantidad): repollo, patata y zanahoria. Tocino, morcillo, jamón, gallina, chorizo y morcilla. A cada bocado más rico.

Y cuando estamos en plena faena, nos traen lo que llaman "El bocado del amor". Un nombre un poco cursi para lo que debería de llamarse más acertadamente "el bocado del colesterol" y no deja de ser  una tostada de pan con todo el condumio del cocido, troceado.

Por poner una pega, eché en falta pan. Un bollo de pan del día, crujiente por fuera y tierno por dentfro, donde empapar bien el chorizo (y quizá hacerme un bocadillito de morcilla). El que nos habían traído era pan con tomate y no, no pega en la parte más avanzada del plato.
Para finalizar, pedimos la carta de postres. Muy caros (uno de hasta 21 €). Nos decantamos por un cremoso de chocolate amargo. Muy rico pero no muy abundante para su precio (9 €) con el postre una invitación de la casa: corona de la Almudena para 4 y unos petit fours con mazapanes y chocolate

Al final, 3 cocidos cibelinos (nos dieron opción de que los niños compartieran uno) con un agua, un par de refrescos (5,5€ cada uno) y dos copas de vino de la casa (a 6 euros la copa), un postre y un café, 127 €. La propuesta del chef Javier Muñoz es apostar por la elegancia, lo clásico y un cierto toque de exclusividad. De hecho sale al final de la comida a saludar a todos los comensales y hablar un poco con ellos. También es una apuesta por la calidad, con un cocido exquisito, caro y de no excesiva cantidad pero de sabor soberbio.