Coffee Love
— Necesito que me traigas un Latte para la tarde por favor. ¿ Venderán uno en ese café que visitas para el almuerzo?
— Sí, pero no estoy segura que le vaya a agradar ese Latte, señor. — Estoy segura que no a va beber ese café. El Latte que ellos llaman así, simplemente es café claro con un poco de leche. De seguro el señor jamas ha probado algo así en su vida.
— Simplemente haz lo que te pido. Luego lo califico yo. Solamente retírate, y no malgastes tu hora del almuerzo, porque sino tendrás que quedarte hasta tarde. Y conociéndote no querrás hacerlo.
— Si señor, ya voy saliendo. — Digo mientras me retiro nerviosa de allí. Tomo el bolso de mi pequeño escritorio, que para mala suerte se ha ensuciado con el polvo. Es un asco, no han hecho limpieza aquí desde hace semanas, lo único que me provoca es alergia y estornudos.
Voy camino al café que se encuentra a tan solo dos esquinas del edificio. Durante el camino, veo que esa desmontandose de un taxi mi prima Kathie. Decido que no quiero saludarla ahora, así que salgo corriendo hasta la puerta del cafe. En medio de un estornudo y mi rapidez, choco contra alguien. Todo lo que lleva en su bandeja cae al suelo.
No puedo siquiera levantar mis ojos de la vergüenza y lo único que quiero es que la tierra me trague.
— Discúlpeme por favor, no fue mi intención. — Digo mientras todavía estoy mirando hacia bajo.
— Deberías tener mas cuidado la próxima vez. — Dice una dulce voz masculina. — En otra ocasión quizás seas tù quien se haga daño y no solo un café derramado sobre mi camisa. — Levanto mis ojos hacia el y me encuentro con su amplia sonrisa. Es guapo, supongo. Por lo menos creo que entra en mi definición de belleza masculina, así como si fuese una estrella de Hollywood. Es alto, tiene el pelo marrón, claro y lacio, sus ojos son verdes como esmeraldas, pequeños y confiables. Es fuerte, muy fuerte de hecho, podrían caber varias chicas en su abrazo. Jamás me había fijado en algo así, pero su cuello es sexy, no creo que nadie considere esa parte sexy, sin embargo, el de él es único, ancho, cualquiera enloquecer besando cada centímetro de él.
— Te había visto antes. —Dice. — ¿ Vienes aquí a menudo, cierto? — Pregunta con una expresión tranquila, aun con esa sonrisa en su rostro.
— Sí — Respondo. No sè porque su mirada me intimida. Trato de no encontrarme con sus ojos, que lo único que logran es ponerme mas nerviosa y avergonzada de lo que ya estoy.
— Levanta tu rostro. Me gusta ver tus ojos. Sabia que eras hermosa, pero realmente desde donde te veía no te hacia justicia. — Dice mientras sostiene mi barbilla. — Me permites invitarte la comida hoy.
— Me gustaría ser yo quien hiciera eso hoy. Después de todo, fui yo quien volcó tu comida al suelo. Déjame pagarla, por favor. — Le respondo.
— Quizás suene un poco machista, pero no puedo permitir que una bella dama pague por mi comida, es inaceptable.
— No puedo aceptarlo. — Le digo volviendo mis ojos hacia otro lado.
— Aceptando el almuerzo es la única forma en la que puedo perdonarte por haber dañado mi camisa. — El desplaza sus manos a través de su camisa, mostrándome la mancha de café. Por Dios, no me había fijado en eso.
— Tengo que trabajar en un rato. No puedo tardar mucho.
— ¿ A qué hora tienes que regresar?
— 2:30PM.
— ¿ Y está lejos de aquí tu trabajo? — Me sigue interrogando.
— Solo dos cuadras.
— Puedo trabajar con ese tiempo. Discúlpame, no me he presentado. Mi nombre es Frank Hemsworth. — Escucho su apellido y no puedo creerlo, será algún hijo del dueño de Hemsworth Company. No me atrevería a preguntarle, eso se escucharía muy interesado así que me limito sencillamente a decirle mi nombre.
— El mio es Karol, Karol Morgan.
— ¿Por qué no me miras a los ojos? ¿Siempre éstas cabizbaja? — Dice tomando mi rostro nuevamente por la barbilla, de manera que nuestros ojos se reúnan.
— No te conozco. No se quien eres. — Suelto.
— ¿Jamás me habías visto en aquí comiendo? Vengo todos los días al igual que tù. Es increíble tan insignificante soy. — Sonríe a manera de broma.
— Creo que si, eres el hombre que se sienta siempre junto a la ventana de la derecha, que da justo a la calle, te había visto.
— Pues sabes quien soy. Conoces mi nombre, conoces mi asiento. Solo te falta saber donde vivo.
— Supongo. Aunque tampoco se donde trabajas. — Finalmente le pregunto. El me entrega una tarjeta de presentación. Es gerente general de la compañía. Eso quiere decir que tiene mas dinero que todos los aquí presentes. Aunque las apariencias engañan.
— ¿ Y què haces aquí? — Le pregunto.
— Almorzar como todos. — Responde encogiendo los hombros.
— Podrías conseguir un lugar mejor. No lo sè.
— Tienes razón. Es seguro que muchos piensen que este es un cuchitril, sin embargo, jamàs en toda mi vida he probado unos platos como los de la señora Johnson.
— ¿Señora Johnson? — Pregunto confundida.
— La cocinera del lugar. Jamás había comido algo tan sabroso desde que mi madre murió. Ella es la única que podría hacerle justicia a ella en cuanto a la comida.
— Lo siento mucho, lo de tu madre.
— No lo sientas, trato de recodar a mi madre como algo bonito. Ella siempre me dijo que cuando escuchara o mencionara su nombre, piense en o feliz que va a estar en el cielo. Creo que tenia razón. Puedo ver su sonrisa en todas partes, cuando miro el cielo, veo su sonrisa en las nubes, en el sol, en todos lados. Hasta en las mujeres bonitas que me sonríen. No la he podido ver en ti. ¿No sonríes muy a menudo?
— No he tenido necesidad de hacerlo. Suelo venir sola y no suelo reír sola. — Sonrío en esta ocasión.
— Tienes una sonrisa hermosa.
— Gracias. Tù también. — Por primera vez me estoy sintiendo cómoda con el.
— Es un halago escuchar eso de tu parte.
— No sabes que tan en lo cierto estas. Mi mamà diría que estoy comportándome como una zorra. — Le muestro una media sonrisa. — Las mujeres decentes no halagan a los hombres.
La comida llega sin siquiera haberme dado cuenta de cuando de cuando ordenó será que también tiene poderes aparte de ser tremendamente bello.
— Espero que no te moleste que haya ordenado por ti.
— Por supuesto que no. Solo estoy algo confundida, no te vi ordenando la comida. Eso me tiene asustada.
— Quizás fue en algún momento mientras apreciabas el color de tus zapatos. — Se burla de mi.
— Debe ser. — Le respondo sonrojada. El ha ordenado justamente lo que suelo ordenar. Ensalada Verde con cubos de Mozzarella, Pollo rostizado y Jugo de Naranja y Café.
— Eres muy observador. ¿Còmo sabes lo que como?
— Siempre te he observado. Dese el primer día que visitaste este lugar. Hace unos meses. No me acerque, con el temor de que me echaras del jugo encima. Pero no fue necesario acercarme para que lo hicieras.
Comemos en silencio. No sè como continuar la conversación, y estoy en medio de ese vació que dejan esos silencios incómodos. El escribe algo en la servilleta. Me pregunto que serà. Observo mi reloj y sorprendida veo que tan rápido ha pasado el tiempo son las 2:18 PM. Es hora de irme.
— Tengo que irme.
El me pasa la servilleta y leo lo que esta escrito en ella.
El toma mi mano un momento, la levanta y le da un ligero beso con sus labios, me mira a los ojos y le digo:
— Sì.
El se levanta, me da un beso y se va.
Nota: Esta historia, fue simplemente un ejercicio creado con el fin de crear una sitacion alrededor de hechos específicos.