Colección Abelló. Palacio de Cibeles.

Por Alejandra De Argos @ArgosDe

Autor colaborador: Maira Herrero, 
Master en Filosofía.

Pablo Picasso. Mujer sentada con sombrero.

¡Que dicha la del coleccionista, la del hombre con tiempo!

 Walter Benjamin

            

Joan Miró. Mujeres, pájaros y estrellas

El coleccionismo está ligado desde la antigüedad al interés del hombre por todos  aquellos  objetos especiales ya fuera por su significado, por su rareza o su belleza. Pero el coleccionismo privado, que es el que hoy nos ocupa, no apareció en la cultura occidental hasta finales del siglo XIX con la aparición en los salones parisinos de una nueva concepción del arte, que daba paso a un público que hasta entonces no había podido acceder a lo que sería a partir de este momento y hasta nuestros días el mercado del arte.  El crítico, el marchante, el artista, el espectador, el historiador y, naturalmente el coleccionista formaran una nueva constelación de figuras necesarias para comprender el mundo artístico desde una perspectiva diferente. 

Escuela madrileña. Vista de la Torre de la Parada, ca.1670

El arte, una vez más, se convierte en una pieza esencial en esa nueva configuración de la sociedad contemporánea que pone fin al orden artístico anterior que hasta entonces se encontraban en manos de la Iglesia, la nobleza y la monarquía. Las colecciones reales pasarán a formar parte del Estado y aparecerán los grandes museos nacionales. A partir de este momento  los coleccionistas particulares ayudarán a enriquecer estas nuevas instituciones, convirtiéndose en personajes centrales del mundo del arte y de la cultura. 

 

Alonso Cano. Virgen de la Misericordia

En 1846, Balzac incorpora en El primo Pons, un personaje cuyo único afán es el coleccionismo de objetos de arte, desde este momento el coleccionista y el coleccionismo será una constante en la literatura, Marcel Proust, Susan Sontag, Georges Perec, o recientemente, Edmund de Wall, dirigen su atención a estos personajes que han contribuido a la conservación del patrimonio artístico por motivos de muy distinta índole, y que se ponen de manifiesto cuando estudiamos las historias de los grandes coleccionistas de arte. En el ámbito académico numerosos especialistas han escrito sobre esta cuestión, Julius von Scholosser, Francis Haskell, Walter Benjamin, Ernst Bloch…, y son muchos los puntos de vista desde donde abordarlo. 

Luis Meléndez. Bodegón con perdices, dientes de ajo, jarra y articulos de cocina.

Pero hoy queremos fijar nuestra mirada en la exposición  que hace unos días se inauguró en el Centro del Ayuntamiento de Madrid, con más de 160 piezas de un fondo mucho mayor, el de la colección Abelló. Esta muestra es una gran oportunidad para reflexionar sobre el significado del coleccionismo y la visión que tienen sus propietarios sobre la historia del arte desde el siglo XV hasta nuestros días,  y aquello que subyace tras cada una de las obras. 

Van Dongen. Niña con vestido rojo.

En los últimos años hemos podido ver, a menudo, piezas de la colección Abelló en muchas de las grandes exposiciones de arte y algunas de ellas exhibidas de manera permanente, por ejemplo, La nadadora de Picasso y Construcción con línea diagonal de Tàpies en el Centro de Arte Reina Sofía  o La virgen con el niño, San Juan y ángeles, de Lucas Cranach, en el Museo del Prado. Pero nadie podía imaginar la calidad e importancia artística de las piezas expuestas, resultado de una búsqueda incansable y un refinado gusto.

            

Francisco de Goya. Retrato de Juana Galarza de Goicoechea. Retrato de Martín Miguel de Goicoechea

Nada ha quedado al azar, y son muchas las lectura de la muestra. La exposición arranca con un  Greco como homenaje al pintor en su centenario para seguir con el conjunto de vistas de Madrid, el diálogo entre maestros antiguos y modernos, la pintura de bodegones, los retratos de Goya del matrimonio Goicoechea, (uno de estos retratos, el de Juana Galarza estuvo expuesto en la exposición Goya, La imagen de la mujer, en el  Museo del Prado, 2002), las vistas de Venecia de Canaletto y Francesco Guardi y así, sería imposible reflejar todo el contenido por calidad y cantidad, hasta llegar a las salas finales donde se concentran  una parte importante de los grandes maestros de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX, con obras de Edgar Degas, Gustav Klimt, Ramón Casas, Joaquín Sorolla,  Henri Matisse, Isidro Nonell,  Juan Gris, Paul Klee, Kees van Dongen, Marc Chagall, Emil Nolde, Grosz, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joan Miró, Mark Rothko, además de una notable representación del grupo El Paso con cuadros de Millares y Rivera. Entre todos los grandes artistas mencionados de la colección Abelló, la obra sobre papel juega un papel primordial en el recorrido de la muestra para entender la evolución del dibujo a lo largo de más de seis siglos, desde el delicadísimo Estudio para un retablo de Pedro Berruguete, y los magníficos dibujos de José de Ribera y Alonso Cano hasta llegar a los maestros modernos encabezados por Goya precursor de una nueva manera de entender el arte que completan Degas (otro gran coleccionista), Vincent van Gogh, y las vanguardias del siglo XX. Como punto final del recorrido, el gran Tríptico de Francis Bacon, fechado en 1983, los Tres estudios para un retrato de Peter Beard y el Estudio para un retrato de 1978, del mismo artista. Ejemplos muy representativos del trabajo del pintor no solo por el contenido, siempre hay una reflexión sobre el hombre, su cuerpo y su entorno, sino también por el propio personaje que eligió como modelo, en uno de los trípticos, otro gran artista, el fotógrafo americano Beard, famoso por sus diarios africanos con sus fotos, dibujos y textos. 

Francis Bacon. Tres estudios para un retrato de Peter Beard

Un valor añadido a la colección que nos ocupa  es el estudio que los propietarios han hecho de la historia de cada una de las piezas desde el momento que los artistas las realizaron hasta la actualidad, con sus restauraciones, cambios de propietarios y contextos culturales, así como la fortuna crítica que han tenido con el paso del tiempo. 

            

Degas. La salida del Baño, dibujo y pastel

La colección Abelló viene, por tanto, a subsanar algunas carencias de nuestro patrimonio artístico, como es el caso de las obras del pintor italiano Amadeo Modigliani, por su escasa presencia en museos españoles. Buena muestra de ello es El Violonchelista pintado en 1909, en cuyo reverso aparece el Retrato de Constantin Brancusi, y los dos papeles que acompañan a sendas obras, reflejo  del interés que el pintor sintió siempre por el rostro y el cuerpo humano.

           

 Modigliani. El violonchelista. Retrato de Constantin Brancusi.

Tras una detenida visita lo que el espectador percibe es una mirada generosa, apasionada y orgullosa del trabajo azaroso que hay detrás de una colección de la envergadura de la que nos ocupa, al margen del contenido que el comisario de la muestra, Felipe Garín ha querido darle. La visibilidad de la colección Abelló ayuda a entender la conexión tan importante que tiene el coleccionista con la historia política, económica y cultural con el país que le acoge y su patrimonio artístico. No olvidemos que los coleccionistas privados son una base muy importante para fomentar la sensibilidad del público respecto al valor de la cultura en la sociedad actual. 

 Francis Bacon. Tríptico de 1983

Hasta el 1 de marzo de 2015

CentroCentro Cibeles de Cultura y Ciudadanía

Plaza de Cibeles, 1, 28014 Madrid

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