Colette es también la mirada transparente de una Keira Knightley a la que Wash Westmoreland filma muy de cerca mientras observa, habla, ama, lee o escribe. A través de su mirada nos retrata a una persona inquieta, curiosa y llena de una vida; una persona que lo vive todo con el ímpetu que posee un amante; un ímpetu que traslada a su propia vida a través del personaje Claudine. Un personaje que dibuja sin miramientos con una pluma de tinta sobre la rugosa superficie del papel de aquellos cuadernos de principios del siglo XX que servían de soporte para inventar y narrar historias. La fuerza de la narradora que puso en pie y en tela de juicio a la sociedad burguesa francesa con sus atuendos de hombre, su abierta bisexualidad y su necesidad de sacar a la luz todo su talento, está perfectamente retratada en el período que abarca la película: desde su llegada a París hasta el alejamiento de su marido, Henry Gautier-Villars, interpretado por Dominic West. Un período en el que asistimos a la transformación de una escritora fantasma en una mujer libre y liberada de la larga y perniciosa sombra de su marido. Un marido que la relega a un segundo plano que tanto su espíritu vital como creativo no son capaces de reprimir por más tiempo. Dando como resultado final un film vivo y luminoso.
Ángel Silvelo Gabriel.