Columnas romanas

Por Arquitectamos
Tengo dos noticias: una buena y una mala. La buena es que me acaban de encargar una vivienda. La mala es que, al intentar explicarme lo que quería, el cliente sólo tenía una idea clara: que en el acceso hubiera un porche con columnas romanas.
¡Columnas romanas!

Supongo que debe de ser angustioso pasar por el trago de hacerse una casa. Tienes un terreno y llamas a un arquitecto para que le dé forma a algo que te hace mucha ilusión, pero que no tienes la menor idea de cómo lo quieres. Intentas evocar algo muy agradable, imaginar un sueño, la plenitud, la perfección. Idealizas tu futura vida en esa casa adorable y admirable. Entornas los ojos y te ves en ella, disfrutando. Intentas imaginarte leyendo, durmiendo, desayunando, jugando con tus hijos... Quieres que tu vida sea perfecta, intentas proyectarte a ti mismo y a tu familia como viviendo en un anuncio de cocacola o de lacaixa. Quieres evocar imágenes, pero te son esquivas. Apenas vislumbras algún rasgo turbio, como velado por la niebla. Eres incapaz de concretar tus anhelos, de darles forma, pero de ninguna manera quieres dejarlos en manos del arquitecto. No; él no puede soñar tus sueños. No puedes abandonarlos en sus sucias manos. No puedes consentir que te los pisotee. Haces un esfuerzo definitivo. Entornas otra vez los ojos; los cierras. Quieres verte feliz, con tu familia feliz. Quieres sentirte optimista, alegre, sano. Quieres escuchar las risas de tus hijos. Es todo muy inestable. Se desdibuja. Se disuelve. Sólo persiste una imagen, una única imagen nítida: COLUMNAS ROMANAS.