La primer película que vi de vampiros (antes de que una tardía adolescencia me hiciese tener una affaire tonto con Crepúsculo - cada uno ha de vivir con sus errores) fue Drácula de Bram Stoker, dirigida por Francis Ford Coppola y protagonizada por Winona Ryder y un señor que yo no sabía quien era. Ese señor, era Gary Oldman y me hipnotizó, me convirtió en su Mina Harker para siempre, porque desde esas le soy fiel.
La presencia de Luke Evans es bestial y nadie lo puede negar, pues la película es por y para él, el resto de personajes, salvando a su mujer, no valen nada. La historia encubra al héroe por encima de la bestia, con esa parte humana que lo hace todo por su familia y su pueblo, justificando así a un Drácula despiadado que solo lo es con quién él elige serlo (cuanta fuerza para un simple mortal). Más allá de lo trillado de la histroria de fondo, hay dos escenas de lucha, concretamente la primera y la última, que técnicamente me parecieron muy dignas de ver. Contrarresta con eso, momentos ridículos como los de nombrar a la cueva, donde habita la criatura maligna, "la muela rota" (yo solo podía pensar en "la mula coja" de Friends). De risa.
Es una buena película para pasar un buen rato (dura 90 minutos), deleitarte con unas buenas escenas de acción y un poquito de epicidad vampírica. La mejor escena: la aparición del Lannister padre, el actor Charles Dance, BRUTAL, como siempre.