La gran boda es un filme soso, que no aburre pero que nunca llega a encandilar ni a adquirir interés por sí solo. El espectador sólo tiene que dejarse llevar por la suave pendiente de los acontecimientos previsibles y las escenas en las que da tiempo de prepararse sin problemas para la situación y la reacción esperadas. Una película que, con un buen equipo de guionistas, habría mejorado, pero que en manos de Zackham se echa a perder por una absoluta falta de ritmo. Si encima los personajes no acaban de resultar creíbles, todo lo que pueda surgir de semejante planteamiento no estará a la altura del mero entretenimiento básico.
Y poco más: la total ausencia de estrés narrativo (por algún detalle que se escapa o se sale de lo corriente) facilita que a uno le dé por pensar en el curioso retiro dorado en el que vive instalado de Niro, o lo bien que interpreta Diane Keaton el personaje que lleva interpretando desde 1977, o cómo Robin Williams se apunta a cualquier papel que ofrezca la oportunidad de airear su vena cómico-histriónica... Y lo dejo aquí porque si sigo machacaré la película más de lo que se merece.