Comer y beber. Vivir. Pensar y escribir.

Publicado el 11 abril 2011 por Jgomezp24
En la página de Cultura de El País del domingo 4 de abril de 2011, Antonio Fraguas publicaba un interesantísimo artículo sobre La filosofía del "pienso, luego 'tuiteo'". Me llega la reflexión recopilatoria de Fraguas en un momento interesante. Hace ya tiempo vengo pensando (a ratos en voz alta) que el formato de imagen y texto que ofrece este cuaderno está casi a punto de extinción. No se me entienda mal: no es que me aburra bebiendo, comiendo y escribiendo sobre mis experiencias. Es que creo que el formato, tal y como lo concebimos, está llegando a su fin. Hablo de formatos, no de capacidad o voluntad de comunicación. La cosa puede tener derivas interesantes (que no son la mía) hacia los videoblogs sobre vino, por ejemplo. O hacia las plataformas que ofrecen variedad de contenidos y formatos, entre ellos los relacionados con el vino (también con una sección en formato blog). O hacia el formato directamente digital de revistas del mundo del vino, que poco tienen que ver con la versión papel de las mismas. En todas ellas encuentro una característica común que me impide poder desarrollar proyectos parecidos: hay un amplio apoyo logístico detrás. Hay inversión detrás. Hay varias personas trabajando detrás. Se trata de proyectos que, aunque hayan empezado desde el puro amateurismo, acaban con una clara vocación profesional, es decir: quieren ser rentables, en su conjunto, para quienes ponen su dinero en ellos.
Todo muy loable e interesante, todo apetecible. Pero no son mi camino. No se me malinterprete: puedo colaborar con ellos (¡de hecho, lo hago!), pero es la vía de otros, no la mía. Porque ¿dónde encajamos, en este nuevo mundo, los amateurs que estamos solos, que queremos seguir solos, que queremos seguir opinando desde la estricta intimidad? Puede que en el concepto del "pienso, luego tuiteo" se encuentre parte de la respuesta. Y hablo de concepto, no sólo de formato. Es cierto que la forma del Twitter es más propia de un teléfono inteligente o de una tabla o de un ordenador "de bolsillo". Yo mismo, hasta ahora mismo, así lo utilizaba: me he enganchado al Twitter y distinguía claramente entre el fogonazo, el titular, la sensación mínimamente desarrollada y siempre con foto echa desde mi teléfono, de lo que desarrollaba en extenso en este cuaderno, documentado, investigado, reflexionado y siempre con fotos desde mi cámara fotográfica o con fotos de amigos profesionales. Fraguas, Carr, Neuman, Andrés, todo ellos escritores/pensadores que participan en el artículo que mencionaba, me muestran otro camino.

Como casi siempre, todo está ya inventado...los líricos griegos arcaicos. La poesía epigramática de un sólo dístico. Apio Clauido el Ciego. Catón. Varrón. Isidoro de Sevilla. Casiodoro. Beda. Basho. Montaigne. Johnson. Renard. Carr. Wittgenstein. Fénéon. Neuman. Andrés. Gómez Dávila. ¿Qué tienen todos ellos en común? El aforismo. La lectura breve. La profundidad del pensamiento condensado. El límite de 140 caractéres que impone Twitter ¿puede ser considerado más allá de la abreviatura incomprensible, de la falta de ortografía, del fogonazo, del "estoy aquí y me duele la rodilla"? ¡Por supuesto! La presencia del formato breve en internet tiene varias ventajas: "este fenómeno contribuye a despejar el malentendido de que hay que elegir entre las tradiciones del pasado o los formatos del presente. Es una señal más de que las nuevas tecnologías no sólo son un instrumento de amnesia. Es dignísimo que aforismos clásicos se cuelguen en Twitter". Andres Neuman dixit.
Más. "El pensamiento breve (en el espacio) no tiene porqué ser limitado". Ramón Andrés dixit. Como ya sucediera con el formato epigráfico en la Antigüedad (y así nos lo cuentan los lectores de esas épocas), la brevedad exige un momento de atención. El aforismo, como resalta Neuman, "obliga a detenerse al lector que va con prisa. Un texto breve ha de leerse lentamente". Cierto. Añadiría yo, y en ese camino voy a andar: un texto breve exige tiempo para ser escrito, paciencia y tesón para ser construido en los límites que el espacio (antes y ahora) te impone. Un texto breve exige lucidez, tanto a quien lo escribe como a quien lo lee. Un texto breve te conecta de forma muy directa con lo que describe. Un texto breve no excluye, por supuesto, la convivencia con otros formatos de expresión en este mismo medio. Todo parecen ventajas, pues. ¿Vivir para beber y comer? No. beber y comer para vivir y ser felices a ratos. Pensar para vivir. Escribir para compartir, para ser feliz y para hacer feliz siquiera a un lector. Y por supuesto, si alguien te lee y no te olvida, no morir. No es poco bagaje. Beber y pensar el vino, comprender para rehacer el vínculo roto con la naturaleza, con el viñedo, con el viticultor que se integra en ellos. Entender (o no, por lo menos intentarlo). Transmitir y compartir la emoción. Era això, oi, Sara?
El dibujo publicado en el artículo de El País y reproducido aquí es de Eulogia Merlé.