¿Cómo controlar la ira?

Por Centro Psiconet

Hemos estado hablando de las emociones de manera genérica, cómo se producen, cómo nos pueden influir…
Ahora vamos a centrarnos en una emoción que es conocida para todos y que resulta muy desagradable, tanto para quien la vive en primera persona como para su entorno que la sufre y que también tiene que lidiar con ella, a veces de manera más frecuente e intensa de la que se podría considerar normal.

Como ya hemos comentado, todas las emociones desempeñan una función adaptativa en la vida de los seres humanos. La ira es una emoción que pertenece al ser humano y que, como tal, es positiva y necesaria para la supervivencia. Nos puede ayudar a salir victoriosos de situaciones en donde nos vemos obligados a defendernos. Asimismo, una persona tiene derecho a enfadarse, sobre todo cuando es víctima de una injusticia. Es decir, la ira es un instrumento muy útil en manos de una persona que la sabe controlar, valerse de ella cuando la necesita. Todos nos hemos visto en situaciones donde nos hemos sentido injustamente tratados o hemos considerado que el comportamiento de los demás hacia nosotros no es el adecuado. Es posible que estas situaciones nos hayan provocado la emoción de la ira, la diferencia está en cómo hemos gestionado esta emoción y si hemos sabido encaminar la situación hacia algo más favorable hacia nosotros.


Sin embargo, cuando la ira domina o desborda a la persona, se dirige de forma desmedida hacia otros, produce consecuencias negativas para el bienestar de los demás y de uno mismo e incluso cuando aparece en situaciones innecesarias, hablamos de una ira desadaptativa o problemática.
La ira, al igual que el resto de las emociones, puede aumentar o disminuir en intensidad. Cuando la ira aumenta en intensidad, se trata de una escalada.

Hay personas que se vuelven furiosas y se “calientan” rápidamente. A pesar de esto, este “subidón de la ira” no es instantáneo. La ira comienza habitualmente con unos niveles bajos de malestar o de irritación y poco a poco va aumentando hasta que, en algunos casos, estalla de forma explosiva.

No hay aparatos que midan el nivel de ira. Por ello, lo mejor es que la persona se mida a sí misma en una escala imaginaria que va de 0 (nada de ira) a 10 (máximo de ira).

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