Puede que seas uno de los afortunados que está a punto de irse de vacaciones. Sea en familia, con amigos o en pareja, tenemos por delante días de convivencia constante con personas con las que no estamos acostumbrados a pasar tanto tiempo.
No solo desayunamos, comemos, paseamos o compramos en compañía, también nos acompañan otros gustos, formas de pensar o hábitos con los que no estamos familiarizados o que incluso no compartimos en absoluto. Tener roces o discusiones en estas circunstancias es casi inevitable (y más en esta época del año), pero tenemos que tener cuidado con el cómo decimos aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Desde Psiconet proponemos varias herramientas para evitar traernos de vuelta un mal recuerdo de las vacaciones.
Pasos para expresar una crítica
1- Especificar el motivo de la crítica
No vale solo con decir qué es lo que nos ha molestado, sino facilitar que nuestro interlocutor entienda por qué estamos mal. Para evitar generalizaciones o exageraciones tenemos que intentar centrarnos en esa situación concreta (aunque se haya repetido en el pasado), ya que recurrir a “los trapos sucios” desvía el foco de atención, restándole valor al momento presente.
Cuando somos nosotros quienes recibimos una crítica inesperada podemos reaccionar de forma instintiva con 3 tipos de respuesta:
- Atacando (el clásico “y tú más”)
- Negando
- Asumiendo la crítica culpándonos directamente sin analizarla
Imaginemos una situación en el trabajo en la que el jefe nos recibe con un “¡Este informe está mal!”. Si no preguntamos exactamente cuál es el fallo nos llevaremos a nuestra mesa la impresión de que TODO lo hacemos mal, asumiendo que no damos pie con bola.
Llegar al centro de la crítica nos permite ver exactamente qué es lo que está mal y utilizar nuestros recursos personales para resolverlo o defender por qué lo hemos hecho así.
De esta forma podemos conseguir dos cosas:
– No dejarnos arrastrar por malos pensamientos y emociones
– Dar la oportunidad al otro para reflexionar sobre nuestro punto de vista, entenderlo y quizás aceptarlo.
2- Dar un contexto a nuestro malestar
La otra persona ya sabe que estamos ofuscados y qué es lo que lo ha provocado pero, ¿y lo que hemos pensado para sentirnos así?
Los pensamientos no son hechos, y por eso no siempre es correcto lo que interpretamos. Transmitir lo que hemos pensado y cómo nos ha hecho sentir permite al otro ser consciente de hasta qué punto nos ha afectado, haciendo que la conversación fluya hasta resolverlo.
La teoría está muy bien pero ¿y cómo lo digo? Ponemos un modelo de respuesta sencilla ante una situación muy común:
“Cuando he llegado me has hablado de una forma que parece que piensas que soy desconsiderado por haber llegado tarde y eso me duele porque…”
3- Proponer alternativas
Una vez que hemos manejado la tensión del momento nos faltaría dar opciones para evitar que se repita o al menos que la próxima vez sea más fácil de llevar.
Basta con una sencilla introducción:
“Que te parece si la próxima vez… “
Estamos acostumbrados a escuchar para responder. Estos 3 pasos nos ayudan a escuchar para entender y hacernos entender, llegar a un consenso y resolverlo en el momento para evitar arrastrarlo hasta explorar cuando no podamos más.