“Si un individuo es pasivo intelectualmente, no conseguirá ser libre moralmente.” Jean Piaget
Nacemos y vivimos en un mundo relacional, en el que ningún individuo puede formarse sin vincularse con los demás; es imposible concebir a una persona solo, es más hasta tenemos que relacionarnos con nosotros mismos, cuando nos vemos al espejo, en el cual podemos visualizar nuestro rostro y forma física.
Para esta entrada hablaremos de vínculos, que no son más que un puente que nos une a otro individuo permitiendo conocerlo y conocernos a nosotros mismos; existiendo una relación muy estrecha entre los sentimientos y los vínculos, si estos últimos son fuertes entonces generarán más sentimientos y por ende emociones.
Pues bien debemos saber que para que exista un vínculo fuerte es necesario que exista una conducta de apego la cual es definida como “cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo claramente identificado al que se considera mejor capacitado para enfrentarse al mundo. Esto resulta sumamente obvio cada vez que la persona está asustada, fatigada o enferma, y se siente aliviada en el consuelo y los cuidados". Los bebés por ejemplo, demuestran conductas de apego cuando lloran, succionan, aplauden, sonríen, siguen, se aferran, entre otras, aunque ellos no sepan distinguir hacia quien dirigir estas conductas de manera específica, saben que funcionan para que los adultos se acerquen a ellos con alguna caricia.
Sí, pero ¿qué es el apego? En palabras más simples el apego se refiere a la disposición que tiene un niño para buscar la proximidad y el contacto hacia alguien más (pudiendo ser mamá, papá, abuelos o cualquier miembro de la familia que esté en contacto directo con el niño, incluso también puede existir este conducta con el cuidador), que se genera sobre todo bajo ciertas circunstancias que puedan ser desagradables para el niño.
Ahora bien esta disposición, (seguimos hablando del apego) cambia lentamente con el tiempo y con las relaciones que el niño sigue entablando, sin embargo no se ve afectada por situaciones del momento; es decir, cuando un niño juega o se encuentra ante una separación de la figura con quien expresa mayor apego, el vínculo se mantiene aunque el desapego se manifieste, ya que como individuos estamos predispuestos a buscar proximidad hacia otras personas para formar y fortalecer nuestras relaciones amorosas.
He aquí algunos de los tipos de vínculos y lo que generan en el desarrollo de nuestros hijos. Cabe resaltar que esto es para ejemplificar de mejor manera el establecimiento de los vínculos afectivos:
Tipos de vínculos
1.Infantes seguros: La relación favorable hacia los miembros de la familia observada en el hogar fue identificada por el evidente placer del niño por el contacto físico, ausencia de ansiedad en relación con separaciones breves y un uso inmediato de la madre como una “base segura” para la exploración y el juego. Su conducta de apego se intensifica significativamente durante los episodios de separación, por lo que la exploración suele disminuir y es probable que haya malestar, pero en los episodios de reunión buscan contacto con, proximidad hacia o al menos interacción con la madre.2.Infantes ambivalentes / resistentes: En casa el menor se observa activamente ansioso, pero también a menudo sorprendentemente pasivo. En condiciones no familiares, estresantes, aparece una preocupación exagerada hacia la madre y su paradero, con la exclusión del interés en el nuevo ambiente. Expresiones elevadas, confusas y prolongadas de ansiedad, y a veces también rabia, continúan durante todo el procedimiento.
3.Infantes evitativos o elusivos: Se caracterizan por ser en su mayoría activamente ansiosos en casa. Permanecen enojados y exhiben malestar frente a las separaciones más breves. Puede aparecer un marcado comportamiento defensivo, cuando son separados de la madre por periodos largos, es decir, cuando existe el desapego.
4.Infantes desorientados / desorganizados: puede bien indicar la ausencia de comportamientos defensivos disponibles, o el uso de las conductas más extremas, como la auto-agresión o la paralización. Son niños que parecen aturdidos, paralizados, que establecen conductas repetitivas por ejemplo, que empiecen a moverse y luego se detengan inexplicablemente.
Las relaciones amorosas o vínculos afectivos adecuados generan seguridad y al mismo tiempo ayudan a que nuestro hijo pueda sentirse autónomo y libre en la relación, al contrario de la dependencia la cual puede llegar a influir en el criterio personal de nuestros hijos o en la capacidad de tomar decisiones cuando crezcan.
Es importante resaltar que los niños seguros son aquellos que expresan un gusto evidente por el contacto físico, y en los cuales observaremos que cuando los padres se ausentan por periodos breves son capaces de quedarse tranquilos; además de que la búsqueda hacia los padres en especial a la figura materna solo se dará cuando se necesite, para la exploración y el juego por poner un ejemplo.
Referencias •BOWLBY, J (1983): Attachment and Loss, volumen III, La Pérdida Afectiva. Primera edición. Buenos Aires: Editorial Paidós S.A.I.C.F. •BOWLBY, J (1988): Una Base Segura: Aplicaciones Clínicas de una Teoría del Apego. Barcelona: Paidós Ediciones. •AINSWORTH, M.D. (1979): “Infant-Mother Attachment”. American Psychologist, 34(10): 932-937
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Nathalie Núñez E-mail: natha_psic@hotmail.com Twitter:@ nathalie_nu