El
virus de la influenza se inhala o se transmite por la boca, la nariz o los
ojos, luego se une a las células epiteliales que recubren las vías
respiratorias a través de moléculas específicas en la superficie de la célula.
Una vez dentro de las células, el virus comienza a generar sus propias
proteínas virales que invaden las células adyacentes. Si bien este proceso
causa alguna lesión pulmonar, la mayoría de los síntomas de la gripe son
causados por la respuesta inmune al virus que involucra células del sistema
inmune innato del cuerpo, como macrófagos y neutrófilos. Estas células expresan
receptores que detectan la presencia del virus produciendo pequeñas moléculas de
citoquinas y quimiocinas. Estas activan a los linfocitos T que reconocen el
virus de la gripe , y comienzan a proliferar en los ganglios linfáticos
alrededor de los pulmones y la garganta causando dolor. Después de unos días,
estas células T se trasladan a los pulmones y comienzan a matar a las células
infectadas por el virus, incrementando la acumulación de moco en los pulmones,
como resultado de esta respuesta inmune, induce a la tos como un reflejo para
tratar de despejar las vías respiratorias. Cuando las citocinas y quimioquinas,
ingresan al torrente sanguíneo generan, fiebre, dolor de cabeza, fatiga y
dolores musculares, ya que la interleucina-1 un tipo inflamatorio de citoquina,
afecta el hipotálamo lo que provoca fiebre y dolor de cabeza. La infección por
influenza aumenta la expresión de genes que degradan los músculos produciendo
dolor otra consecuencia no intencional de la respuesta inmune al virus.