Yo cometí el error, hace anos, de cerrar mi corazón. Por traiciones de mis amigos de iglesia y algunos familiares, cerré mi corazón y me convertí en un hombre tosco, insensible y ajeno al sentir de los demás. Fue con el apoyo de mi esposa, el amor de mis hijas, y las atenciones de los pocos amigos que salvaron esa coraza, que me he dado cuenta de que la vida es tan bella como para vivirla sola. Ahora, como la seda, procuro amoldarme a la situación. He aprendido que las personas no actuaran o pensaran como tú y si lo hacen, lo hacen por hipocresía. También que las emociones son locas y que deben ir acompañadas de razón. El que me guste algo o alguien no significa que me convenga.
La cualidad de endurecimiento no es mala de por sí. Si la seda fuese siempre pastosa, no se haría gran cosa con ella. Pero es el fin de dicho endurecimiento lo que determina su utilidad. La mejor forma de tomar las decepciones es endureciéndonos en el sentido de hacernos más sabios y sabias y que las cosas no nos afecten de forma que nos volvamos loc@s. Somos como la seda. O decidimos que el frio de las decepciones nos endurezca de forma negativa o que nos haga fuerte de forma que no nos afecten las cosas y continuemos con nuestra vida. Somos como la seda que decidimos permitir amoldarnos a la situación y personas (¡A veces hay que negociar!). ¡Es bueno que se piense!