A menudo compruebo que entre los diferentes papeles que uno puede ocupar en lo que se llama el mundo del arte, los galeristas, los que venden y por tanto viven de las obras de los artistas, son los menos considerados, los malos de la película.Quien haya trabajado en este sector sabrá el por qué, pero también que el galerista es el que está allí dando la cara y apostando por un artista, aquél que le facilita aquéllo que, uno que entrega su vida a la creación, no puede andar ocupándose.Este libro, escrito por Sami Tarica, marchante y galerista, es una pequeña joya sobre el mundo del arte y de los artistas. Tarica se convirtió en marchante de arte a los cincuenta años después de dedicar su vida a la venta de alfombras. Entre sus éxitos consta el haber defendido la figura de Jean Fautrier y descubrir a Yves Klein. Os recomiendo que entréis en el relato de un hombre que no entendía nada de arte contemporáneo y que se formó así mismo mirando, escuhando y hablando con artistas. Es muy interesante ver cómo desmonta las teorías de Clement Greenberg y desvela los entresijos de eventos como la Bienal de Venecia. La de Tarica es una mirada distinta a la forma de entender el arte a la que estamos habituados, me gusta por que muestra que nos tenemos que atrever a pensar por nosotros mismos y educar nuestra mirada. El arte no es una ciencia exacta y es muy difícil llegar a tener un conocimiento profundo de él. Estar al lado de los artistas, más allá de las teorías de los historiadores, es la clave para entender. "Muy a menudo comprobé en la vida práctica que los marchantes de arte entienden más de pintura que los sabios historiadores del arte" Stefan Zweig