Ensayos clínicos más fáciles, con mayor facilidad de captar pacientes. El primer ministro del Reino Unido, James Cameron, agudiza un problema que no es nuevo con políticas para facilitar la realización de ensayos clínicos ¿para cuando calidad frente a cantidad? Un grave problema por su impacto en la confidencialidad y sobre todo en la confianza de los pacientes, con los intereses por encima de todo (los de la industria de ensayos clínicos y los profesionales sanitarios por los bonos por captar pacientes para los mismos).
Ya comento, no es un problema nuevo, pero se agrava con esta política de Cameron:
“Por último, entre las grandes cuestiones éticas encontramos los ensayos clínicos, a los que se dedican recursos ingentes y sobre los que se pronuncian obligatoriamente los comités de ética. En general, el planteamiento de los ensayos clínicos responde a un esquema de ‘elegancia interna e irrelevancia externa‘; es decir, con poco contenido respecto al impacto clínico y a la validez externa (extrapolación de los resultados). Además, poco se habla de los conflictos de interés que provoca en los médicos (sobre todo oncólogos y reumatólogos, por su monto) el pago por paciente “captado” para los distintos ensayos clínicos.
Tampoco se suele considerar la repercusión de los ensayos clínicos en los servicios prestados a pacientes no incluidos en los mismos. A veces son tantos los ensayos clínicos simultáneos que algún servicio hospitalario parece más una fábrica de ‘respuestas para ensayos clínicos con pacientes apropiados’ que un servicio para resolver los problemas que exigen respuestas ante los pacientes ‘normales’”.
Como argumenta el médico Juan Gérvas:
“Naturalmente, se captarán más a los pacientes de clase baja (convertidos en conejillos de India y fuente de dinero, para industrias y profesionales sanitarios)”.
No se trata de frenar la investigación y por ello el avance de la ciencia, ni se trata de dificultar el uso de bases de datos sin filiaciones personales; con las historias anónimas se podría hacer mucha más investigación clínica de la que se hace. En palabras de Gérvas, se trata de evitar que los pacientes sean todavía más el combustible de los ensayos clínicos, piezas de usar y tirar; por ejemplo, se trata de prever “la vuelta a la normalidad” tras el ensayo clínico, cuando los pacientes se convierten de nuevo en uno más.
No estaría mal saber cuántos ensayos clínicos tiene en marcha en cada momento un Servicio de Oncología y cuántos pacientes participan en los mismos (en números absolutos y relativos) pues a veces tal participación impide, casi, la atención apropiada a los pacientes que no quieren participar en dichos ensayos.
Tampoco estaría mal una valoración “social” de los ensayos clínicos, de su probable impacto en salud y en beneficio clínico, ajena a los promotores, por legos, para que la sociedad pudiera expresarse sobre el balance entre beneficios y daños; a veces los beneficios son pírricos, totalmente irrelevantes y los ensayos clínicos son absurdos, por más que estén bien diseñados.
No estaría mal controlar más la selección de la muestra y obligar a dar datos de participación por clase socio-económica y/o nivel de educación y nacionalidad, por ser clave en la atención y para documentar que los pacientes no provienen casi en exclusiva de la pobreza y la necesidad; este aspecto ético es clave y más cuando los ensayos clínicos cada vez hacen más en los países pobres. Los ensayos clínicos no son experimentos, por más que aspiran a serlo, y la selección de la muestra es su punto más débil.
La cuestión de Cameron es “facilitar” la participación de los pacientes en los ensayos clínicos. Lo mínimo es conocer los intereses que les invitan a participar. Lo mínimo es no destruir la confianza de la sociedad en el entramado de la investigación clínica.
Más info en el libro Traficantes de salud.