Muchas veces, como padres o responsables de los niños, hay que imponerles castigos con el fin de que puedan aprender lo que es adecuado y lo que no. El problema es que no siempre estos castigos resultan eficaces.
Debemos tratar de valorar y reforzar los comportamientos buenos y adecuados e ignorar aquellos otros que queremos que desaparezcan. Por ello, a la hora de poner los castigos, podemos fijarnos en los siguientes criterios que nos ayuden a convertirlos en medidas poderosas. Los castigos han de ser:
- Proporcionales. Las consecuencias que les imponemos, tienen que tener una intensidad proporcionada según la edad del niño y el tipo de comportamiento inadecuado que haya cometido. Por ejemplo, no es lo mismo que un niño de tres años tire la sopa por la mesa, que que un niño de 8 lo haga. Y tampoco es lo mismo que un niño tire la sopa, que otro niño pegue a un compañero. Por ello, es importante que calibremos los castigos para que no sean demasiado flexibles ni tampoco demasiado desmedidos.
- Planificados. El poder planear los castigos, ayuda a que la intensidad sea adecuada. Cuando estamos enfadados nos cuesta mucho más pensar en medidas ajustadas al comportamiento y hay más posibilidades de cometer errores. Por ejemplo, si en el trabajo, el padre ha tenido un día horrible y llega a casa y se encuentra con que los niños se están pegando, probablemente se enfadará más que un día normal. Por lo que si ya tiene pensado que hacer cuando los niños se pegan podrá actuar de manera más calmada y adecuada.
- Inmediatos. El castigo ha de ser impuesto en el momento en el que se comete el mal comportamiento. No sirve de nada ponerlo una semana después. Por ejemplo, si el niño no ha querido hacer los deberes, las consecuencias las sufrirá justo después. Si no, la eficacia del castigo disminuirá.
- Firmes. Es decir, “lo que se dice, se cumple”. Si hemos establecido un castigo, se deberá cumplir con lo predicho. Si levantamos el castigo antes de tiempo, el niño tratará de salirse con la suya en ocasiones futuras. Por ello, es importante poner el castigo proporcionado como hemos mencionado anteriormente.
- Anticipados. La anticipación de las consecuencias suele ayudar a que el comportamiento no se cometa y no tener que llegar a aplicarlos. Por ello, el avisarles de lo que puede pasar, también es una buena manera de corregir la conducta y ayudar al aprendizaje de comportamientos adecuados.
- Personalizados. Cada niño es diferente, y lo que para un niño es un castigo para otro es un premio. Por ello es importante asegurarnos que el castigo puesto sea suficientemente desagradable o aversivo, pero nunca humillante.
Ramos-Paúl, R. y Torres, L. (2014). Niños: Instrucciones de uso. Madrid: Aguilar.