¿Cómo se trata un trastorno de alimentación? (III)

Por Centro Psiconet

En los anteriores blogs hemos estado hablando de los trastornos de alimentación, de las principales diferencias entre la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa y de cómo podemos detectarlos o qué señales de alarma podemos tener en cuenta si creemos que alguien de nuestro alrededor lo está sufriendo. En este artículo, vamos a hablar de qué se puede hacer cuando hemos visto que alguien lo está padeciendo.

El tratamiento de los trastornos de alimentación es multidisciplinar, pues para una intervención más adecuada, todos los profesionales que rodean el caso trabajan de manera coordinada.

Para llevar a cabo dicho tratamiento, en primer lugar, habrá que evaluar ciertos aspectos que guiarán después la intervención más adecuada que realizar. Los aspectos que habrá que evaluar, nos darán información sobre:

  • Peso corporal.
  • Insatisfacción corporal.
  • Ingesta de comida.
  • Conductas de regulación de peso.
  • Creencias y pensamientos distorsionados.
  • Interacción social y familiar.
  • Problemas psicológicos asociados.
  • Conductas relacionadas con la comida.
  • Síntomas físicos.
  • Pruebas médicas.

Una vez obtenida la información relevante, se puede poner en marcha una intervención personalizada y diseñada en función de la persona y de la información recibida.

En dicha intervención, será fundamental tratar los siguientes aspectos:

  1. Conciencia del problema. Es importante que la persona que tenga un problema de este tipo, empiece a reconocer que tiene un problema. Si no, las posibilidades de recuperación disminuyen o el tiempo de recuperación se prolonga. Para ello, es conveniente explicarles qué tienen, por qué les ha pasado o qué aspectos mantienen el problema, y que si tienen dudas puedan preguntar todo lo que necesiten. La claridad, especialmente al principio, es fundamental.
  2. Recuperación del peso y control de los vómitos. No solo es importante que reconozcan tener un problema, sino que más importante es que empiecen a recuperar peso o a abandonar las conductas de pérdida de peso como vómitos o laxantes. Para ello, darles pautas de nutrición y nuevos hábitos alimentarios. Además, es primordial dejarles clara la importancia de instaurar una rutina y un horario, ya que ello favorece una mejor recuperación.
  3. Modificación de creencias y pensamientos distorsionados. Las personas que tienen problemas de alimentación, suelen tener unas ideas muy sesgadas sobre:
    • Su imagen corporal.
    • Mitos sobre dietas y alimentos.
    • Lo que los demás piensan de ellos.
    • Baja autoestima.

Por ello, es importante identificar dichos pensamientos y enseñarles a cambiarlos por otros más sanos o menos dañinos.

  1. Mejorar su percepción de la propia imagen corporal. Tendremos que conseguir una aceptación del propio cuerpo. Para ello, darles pruebas de realidad, enseñarles a potenciar lo que les gusta, etc.
  2. Promover cambios en el estio de vida. Enseñarles a retomar e iniciar actividades que disfruten. En los trastornos de alimentación, la comida se convierte en una obsesión, por ello, es conveniente que mantengan el tiempo ocupado en otras actividades que les gusten y les distraigan, que se creen metas concretas y realistas, etc.
  3. Apoyo familiar. Ayudar a la familia a que comprendan mejor el problema y enseñarles qué actitudes pueden tener ante posibles situaciones. Además, la familia supone un modelo en el que la persona se fija y se refleja, por lo que tendremos que procurar ser buenos modelos e incrementar los comportamientos más adecuados.
  4. Enseñarles a afrontar las diferentes situaciones. Para ello, es conveniente entrenar en resolución de problemas, asertividad, habilidades sociales…
  5. Prevencion de recaídas. Es importante también, explicarles que puede ocurrir que haya recaídas en el proceso. Explicarles los principales factores de riesgo y darles estrategias para si ello ocurre, que puedan ponerlas en marcha para afrontar la situación.

* En función de la gravedad del problema, habrá que valorar más aspectos que evaluar, diseñando un programa de tratamiento personalizado para la persona que lo está sufriendo. Además, se evaluará con el resto de profesionales que atienden el caso, la medicación que la persona pudiera necesitar o incluso la hospitalización si fuera necesaria.