Os hemos comentado que, en general, somos poco habladoras. Hay días en los que no paramos de charlar, por supuesto, y otros, en los que, por ejemplo, nos limitamos a pintar en el taller con el único sonido de la música de fondo. Será por esa condición calladita nuestra que solemos ser objeto de las más inesperadas confidencias... Nos ha pasado de encontrarnos con alguien por la calle, estar sentadas al lado de una persona en una reunión o en un cena y, con tan solo preguntar "-¿Qué tal, cómo va todo?", dar pie a una confesión de esas trascendentales y que cambian una vida; engaños, desamor, separaciones, amantes... Lo curioso es que, el confesor, tras vaciar su alma de un tirón, se queda tan tranquilo, y es probable que nunca más en su vida nos vuelva a referir el asunto... Mientras tanto, nosotras, seres sensibles e impresionables aún, nos quedamos mascando la tragedia unos cuantos días hasta superar el asunto de marras. Estas situaciones nos hacen sentir cual tonel, en el que poder depositar libremente lo que atormenta al espíritu... Y hablando de barriles, nosotras preferimos rellenarlos, por ejemplo, de monedillas con las que luego darnos un capricho, bebidas espirituosas que eleven nuestro ánimo y, por supuesto, de decoración. Foto Foto Foto Foto Foto ¿Alguno más por aquí con complejo de barrica?