En mi caso, he tenido muchos inconvenientes a la hora de comprar ropa que se amolde a este cuerpo esquelético -literalmente-, algunas veces encuentro algo bonito que me llama la atención pero cuando paso al probador me doy cuenta que esa pieza no fue hecha para mí. Me decepciona y me cambia un poco el humor.
Pero de esa experiencia –y no es que mi cuerpo haya cambiado- aprendí que a veces nos dejamos llevar por nuestra actitud negativa, ósea que cuando iba de compras y no encontraba algo para mí, me llenaba un poco de tristeza y ese interés en buscar algo maravilloso se quedaba en encontrar algo para mi talla. A lo que quiero llegar es que cuando no tenemos un cuerpo perfecto que cuanta cosa nos probamos se no ve increíble, dejamos lo increíble por algo que simplemente nos quede. Nuestra salida en busca de ropa bonita, para nuestra talla que nos haga sentir y ver atractivos pasa a una búsqueda de talla, sin interesarnos si es bonita o si nos hace lucir bellos.
Entonces ir de compras pasa de ser divertido a ser una gran tortura. Y nuestra experiencia como compradores nos parece aterradora. Así que cuando compramos lo hacemos porque nos toca y no porque lo sintamos, y lo hacemos como si fuese una corrida, en uno, dos, tres y ya lo hemos hecho.