A pesar de que su nuevo disco (que presentaban ayer en Madrid) lleve el título de El viaje del sonámbulo, nada contradice el antetítulo que precede a esta reseña, pues lo visto y oído ayer en la Sala Joy Eslava de Madrid (que, sin duda, es una de las mejores salas de conciertos de la capital, por su comodidad, sonoridad y organización), no deja de ser un vigoroso viaje al mundo de los sueños; una invitación que La sonrisa de Julia corroboró con inicio magistral y atmosférico disfrazado de medio tiempo contundente e íntimo a partes iguales llamado como su último disco, El viaje del sonámbulo. En este sentido, no pudieron empezar mejor, pues desde la primera canción ya desecharon el cliché de pop blando al que sus vídeos en youtube les condena sin hacerles justicia. El secreto mejor guardado de La sonrisa de Julia es su música: limpia, directa y contundente, a lo que hay que añadir una buena porción de alma y sentimiento, de ese que sale desde dentro al mejor estilo de un blues intenso. Errante fue la continuación, en la que Marcos Casal (guitarra, voz y alma de la formación) ya nos deleitó con el primer solo de voz y guitarra en clave de indie sin fisuras, arropado por el resto de la banda bajo una melodía donde las guitarras rasgan el corazón de los asistentes con un sonido muy cercano al que desarrollan los Vetusta Morla (algo que se produjo en varios temas del concierto) y al que Marcos pone la guinda con su tono de voz, también cercano al de Pucho. Más allá de las estrictas u obvias comparaciones, el grupo cántabro nos siguió recordando eso de “… ya no estás solo”, un axioma que ayer corroboramos en la Joy, porque ésta presentaba una gran entrada, en uno de los conciertos mejor organizados a los que uno ha asistido. Bipolar fue el primer regreso a anteriores trabajos, y apareció fundida con la anterior canción; una fusión sólo interrumpida por Marcos al grito de: ¿hay algún bipolar en esta sala?, para a partir de ahí, asistir al virtuosismo instrumentista de todo el grupo que, en este tema, también nos recordó al rock atmosférico setentero de los Nudozurdo. Tema extenso al ritmo de “… y el mundo explota otra vez”. ¿Qué tal estáis, todo el mundo bien? sirvió para el primer parón de la noche, y en el que Marcos aprovechó para decir: “es un acto heroico, con la que está cayendo, comprar una entrada para un concierto de música. Muchas gracias por estar ahí”, en una clara declaración de gratitud hacia sus seguidores; una fidelidad que ellos agradecieron con una muestra de entrega total sobre el escenario, interpretando veinte canciones en hora y media larga de actuación. A partir de ahí, comenzó a sonar ¿Hay alguien más ahí?, ampliamente cantada por el público, en lo que en su inicio fue una balada de medio tiempo que más tarde se transforma en una espléndida armonía sonora plena de un delirante eclecticismo rítmico, teñido de un sonido limpio, directo y contundente. Mitos comienza con un: ¿a quién le apetece echarse un baile con nosotros?, y La sonrisa de Julia convierte en un pista de baile a la Joy, con un power-pop con sonidos muy pegadizos, a los que acompañan una melodía altamente adictiva. Tormentas sigue la fiesta con ritmos trepidantes y riffs entrecortados de guitarra, a las que se suman una gran batería, siempre presente a través de un magistral Raúl Delgado (es la primera vez que veo a un batería de pie durante todo el concierto, lo que nos da una idea de su fuerza y energía), y que acaba con un gran rush final, lo que provoca una de las grandes ovaciones de la noche.
Despertar es un pequeño respiro en la espiral rítmica a la que nos han sometido los cántabros, y que Marcos aprovecha para preguntar: ¿alguna vez habéis tenido ganas de echaros a dormir y despertar en otro lugar… lejos…?, mientras un sonido envolvente de teclados crea una atmósfera muy intimista que recoge en un manto de ensueño a la Sala Joy Eslava. Con El error más bello del mundo volvemos a los sonidos contundentes, sobre todo de la batería, a la que también arropan unas guitarras entrecortadas que van increscendo hasta caer en un arrebato sinfónico. Nadie lo sabe comienza con un suave punteo de guitarra al ritmo de “… nadie lo sabe…, nadie lo sabe”, mientras la sala de conciertos y sus palcos se inundan con una lluvia de gotas de luz; una luz que nos ilumina el alma (y nadie lo sabe… menos tú), convirtiendo a la canción en otro de los momentos estelares de la noche. Con Dejavù, Marcos proclama que ve muchas caras conocidas, y aprovecha para dedicarle la canción a su madre presente en el concierto. De nuevo vuelan los ritmos rápidos y contundentes que se cortan de repente para volver a romperse en unas continuas ráfagas de guitarras entrecortadas, y que se entremezclan con los pases de baile a lo León Larregui (cantante del grupo mexicano Zoé) por parte de Marcos Casal. La gente aplaude mientras canta: ¿dime por qué?, no hay opción sin evolución. El hombre que olvidó su nombre fue recibida con los brazos en alto dando palmas por sus seguidores. Un hit que busca el medio tiempo sin estridencias, y que el grupo interrumpe para que la gente aplauda, tras lo cual, los de Santander se marcan un arrebato sinfónico marca de la casa, cargado de unos espasmos al estilo de El coche de la plas de PVP, finalizando con una gran ovación. Loco es una nueva muestra del indie español en estado puro, “me has vuelto loco”, donde se mezclan las reminiscencias de muchos grupos nacionales y extranjeros, a los que Marcos Casal homenajea con una buena voz y un coro a lo: oh, oh, oh, oh, que también corea el público. Puedo supone regresar a otro hit que cantan sus seguidores de principio a fin, y que aquí se muestra como una canción mucho más placentera que en el disco, por su limpieza y capacidad de comunicación con sus seguidores, a los que La sonrisa de Julia, regala un subidón final.
El largo e intenso concierto que ayer ofrecieron La sonrisa de Julia en Madrid se cortó ahí, aunque al poco tiempo, Marcos Casal apareció de nuevo solo, y suponemos que más hidratado en el escenario, para regalarnos el momento más emotivo de la noche, pues acompañado únicamente por su guitarra y su potente voz (que se convirtió en un instrumento más del que el frontman se valió ayer para defender su posición), puso los pelos de punta a buena parte de los asistentes que, bajo un silencio total, acogieron Náufrago“es tan difícil admitir que no habrá viaje de vuelta”, un verso que se reconvierte en más intenso por la profundidad de una voz telúrica incontestable, hasta que se rompe al llegar a ¡Hallelujah! (¿de Leonard Cohen?). De ahí pasamos a Llevo tu voz, donde de nuevo la lluvia de gotas de luz nos sumerge en un mágico universo onírico bajo las notas de una gran canción a la que continuaron Grito donde Mario presenta al resto del grupo y se la dedica a su mujer (Julia), y Luces de neón. El efecto íntimo se rompe con su single, Muévelo, que el grupo dedica a su gran amigo Ibis, al que invitan a tocar con ellos la guitarra sobre el escenario; una excusa más que suficiente para que Marcos se convierta en pieza fundamental de ese baile pegadizo que recrea la melodía de esta canción, y que ellos, aprovechan hasta la extenuación bajo el signo de un aplauso infinito por parte de sus fans, que de nuevo ven como los cuatro músicos abandonan de nuevo el escenario.
El segundo bis comienza con Extraño y un ¿cómo va? cómplice de Marcos; una excusa para presentarnos otro de sus hit con un para pa pa pa, bautizado con un enorme descaro melódico que se convierte en marcha militar hasta llegar a esa versión de rock sinfónico que tan bien manejan los de Santander, y que ahora, se traslada a ritmos más swing, lo que aprovechan unos y otros para cantar en acapela “bien, bien, me siento bien”; un coro que va increscendo hasta convertirse en una cautivadora ópera rock que nos lleva hasta Euforia, donde de nuevo La sonrisa de Julia se muestran eléctricos y electrizantes en un apoteósico fin de fiesta con un solo de guitarra muy revolucionado que termina con todo el público aplaudiendo en una larga y calurosa ovación, como mejor muestra de la hora y media de felicidad que su grupo les ha proporcionado, pues no hay nada mejor para ser feliz que te propongan un vigoroso viaje al mundo de los sueños.