Conejo al ajillo con patatas

Por Carmenrosa @MicocinaCR

"¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué tarde voy a llegar!". Llena de curiosidad, Alicia lo sigue hasta su madriguera que resulta ser un pasaje al País de las Maravillas. Alicia sigue a aquel “Conejo blanco” ciegamente en una persecución que la lleva a increíbles aventuras y descubrimientos.
Como Alicia, yo seguía a mi madre que concretamente a través de sus platos, de sus recetas, me hizo descubrir un mundo increíble, fantástico, maravilloso y que una vez más comparto con quienes visitan mi blog.    
Aunque una de las experiencias gastronómicas no fue nada agradable y contribuyó a que no pudiese comer carne de conejos durante muchos, muchísimos años.
Contaba unos diez o quizás doce años, cuando mi padre solía traer los productos que le regalaban en Periana (precioso pueblo de la provincia malagueña), donde cada día como conductor de los autobuses Suburbanos se desplazaba; en aquellos años (finales de los 50, principio de los 60), era el único medio de comunicación con la capital de Málaga.   Por su carácter abierto, su forma de ser, su amabilidad, su generosidad y que a todo el mundo ayudaba dentro de sus posibilidades, hizo de él un personaje querido.    Raro era el día que no aparecía con productos del campo, autóctonos de la zona, desde un pañil de uvas moscatel, con sabrosos duraznos, un saco de aceitunas o un enorme conejo blanco como la nieva con unos ojos rojos de mirada intensa, al que de inmediato en el lavadero del piso lo acomodaba, nombrándole mi “protegido” alimentándole y cuidándole durante días, pidiendo, casi rogando que no lo sacrificaran.    
Me contó mi madre, que mi padre con el dorso de la mano le dio un fuerte golpe en la cabeza y que tenía que ir a la olla, así que debía ayudarla.   Con mis manos agarré sus patas, casi no podía con ella y me costaba sujetarlo, mientras mi madre lo despellejaba y lo preparaba para que lo disfrutara toda la familia.  
Aquel conejo blanco, me hizo descubrir la realidad, dura quizás, de un punto importante de la alimentación, que los animales, ya sean terrestres o de la mar, tienen vida….que lo que comemos, no es tal y como nos los presentan en los mercados, cosas inertes e inmóviles y aunque nos cueste y algunas veces no nos guste la realidad debemos hacer ver a nuestros hijos la realidad de los productos que solemos comer.
El conejo concretamente está en nuestra dieta desde tiempos inmemoriables; ya los fenicios hace más de tres mil años, cuando llegaron a nuestra Peninsula, debido a la abundancia de éstos roedores, simpáticos saltarines, llamaron a nuestro país “isesaphanim” o “ I sepan in”, dialecto fenicio que hablaban en Cartago,  que más o menos significa “isla o costa de los conejos” palabra que derivó a “Hispania” y evolucionó a “Spania” con el paso de los siglos.  Tenían la teoría de que nuestro país era una isla.
Siendo para la milenaria civilización egipcia una de las carnes más apreciadas y consumidas por la corte faraónica, especialmente en los grandes festejos, llegando ésta tradición al pueblo romano, quienes allá por el siglo I antes de nuestra era, el poeta Catulo, se refería a nuestra tierra como “Cuniculosa Celtiberia” (la Celtiberia conejera).   Prueba inequívoca de que tan bonito animal era casi un emblema, son las monedas que mandó acuñar Adriano (Emperador romano del 117 al 138 d.C., nacido en Sevilla)  donde como imagen de España, puso un conejo o bien una dama sentada con un conejo a sus pies.
Y a los pies de mi familia, pongo éste riquísimo plato….mejor dicho, en sus manos, en la mesa de Mi cocina.
¿Cómo lo hago?
De una forma tradicional, siguiendo la receta de mi madre, pero en vez de prepararlo en una cazuela he preferido hacerlo en el horno.
Los pasos a seguir:
Cortar el conejo en trozos; en ésta ocasión usé las patas traseras enteras y el lomo partido en dos.   Con el resto, incuida la cabeza preparé un ARROZ AL ESTILO DE LOS MONTES DE MALAGA 

Precalentar el horno a 180º C.
En un mortero preparar un majaillo con dos dientes de ajo, una hoja de laurel, tomillo fresco (sólo las hojitas, desechando las ramas), un pellizco de sal y un vaso de vino blanco (uso un fino Montilla-Moriles).
Dejar los trozos de conejo en maceración con el “majaillo” durante una media hora.
Mientras pelar las patatas, cortarlas en rodajas gruesas y cocerlas en agua con un poco de sal, procurando que no se hagan demasiado.  Escurrirlas y reservarlas.
En una fuente especial para hornear cubrir el fondo con aceite de oliva virgen extra (uso actualmente del pueblo de Ardales) y colocar el conejo echando por encima todo el majaillo.
Hornear durante una hora aproximadamente (depende del tamaño de la carne y de cada horno), dándole la vuelta de vez en cuando.
Cuando empiece a dorar, colocar las patatas en la fuente, procurando cubrirlas con la salsa.
Una vez dorado, sacar del horno y emplatar.  Decorar con una rama de tomillo fresco. 
¡¡ Buen provecho !!    
Y si tienen oportunidad, disfruten de Málaga.  De su clima, de su mar, de sus campos, de sus valles, sierras….y si se animan de su gastronomía siguiendo mis recetas típicas malagueñas (Encontrarán en el blog 325 entradas, en éste enlace, con platos de mi tierra, Málaga).