Las investigaciones en los últimos años han encontrado efectos benéficos para la salud, de confiar en los demás, en especial para el corazón y el sistema circulatorio.
La desconfianza aumenta el riesgo de enfermedades del corazón y arterias. Una conducta desconfiada, se define en las investigaciones, como la que ocurre cuando no confiamos en un desconocido aunque no tengamos motivos para dudar de su honestidad.
Al contrario, la conducta confiada, ocurre cuando confiamos en un desconocido aunque no tengamos prueba de su honestidad.
El que confía actúa según la premisa “todos son dignos de confianza hasta que no se demuestre claramente lo contrario“.
El que desconfía se fundamenta en la premisa común “todos son sospechosos hasta que no se compruebe lo contrario”.
Es cierto que no es fácil cambiar conductas aprendidas desde hace mucho tiempo, pero tampoco es imposible. Lo primero, Tal vez sea darse cuenta que la confianza es benéfica. Para muchos, el confiar en los demás, es sinónimo de tonto, de alguien de quien se puede engañar fácilmente.
Samuel Johnson asegura que “es más feliz el que es engañado algunas veces, que el que no confía“. Sin embargo, estudios recientes muestran que los que confían, no sólo son más felices, más apreciados por todos (inclusive por los desconfiados), con mayor ética y más atractivos al sexo opuesto que los desconfiados, sino que además, de acuerdo a Dorothy Hochreich de la Universidad de Connecticut, no son engañados más que los desconfiados.
Si esto es cierto, quiere decir que la confianza como virtud saludable, sale ganando y por mucho. Pero… ¿qué hacer en un tiempo en el que muchos todavía guardan en la memoria (a veces en secreto) la célebre frase “el que no tranza no avanza”?
Si buscamos primero quitar los obstáculos de nuestra capacidad de confiar, entonces hay que cambiar la frase anterior por una más certera “el que tranza no avanza” (además rima mejor).
De acuerdo a Julián Rotter, experto en Psicología, una manera de empezar a confiar para las personaas que desconfían de los demás (sin motivos para ello), es comportarse como si confiaran en la persona.
Esto le da una oportunidad a la persona desconfiada a vivenciar una conducta más saludable y a la otra persona, a responder a la confianza conferida.
La experiencia muestra, según este investigador, que las personas generalmente actúan de manera congruente con la confianza que se les confiere.
Si tienes una tendencia natural a confiar en los demás, te resta seguir confiando en tu actitud. El siguiente paso sería practicar la confianza con alguien que de acuerdo a nuestra percepción no actuó en forma digna de confianza en alguna ocasión.
Dando una segunda oportunidad, hay personas que se dan cuenta que su percepción no era tan atinada y que la persona es en verdad digna de confianza.
Todo esto puede ayudar a la bombita de sangre que está en el pecho, nuestro corazón visible, y al invisible que también se esfuerza porque le tengamos confianza.
De acuerdo a la ciencia, los beneficios pesan más que los peligros. Al atrevernos a brindar nuestra confianza, seremos más dignos de ella… y de paso más sanos.
Fuente: Samuel Johnson y Julián Rotter