Tres comentarios breves sobre el controvertido aumento del bono de representación para los congresistas, hecho que, como sabemos, ha causado el rechazo de buena parte de la opinión pública.Primero: en principio, los funcionarios públicos (incluyendo los electos) deben ganar bien. Resulta demagógico señalar que los congresistas deben ganar sueldo mínimo o que lo que hacen no debe ser remunerado (aunque a veces nos den harta cólera). Las democracias cuestan y, siendo políticamente incorrecto, debería haber más congresistas, dado que, en la relación “número de parlamentarios- número de habitantes” estamos dentro de los promedios más bajos de América Latina.Sin embargo, el problema está en la forma cómo se ha producido el aumento, así como la controversia sobre el rubro incrementado. En La República resumieron bien el problema de este aumento:Al final del periodo legislativo 2001-2006, un parlamentario cobraba mensualmente S/. 15,000 de sueldo y S/. 10,000 por gastos operativos. En esa época la crítica se daba porque los S/. 10,000 que se otorgaban por gastos operativos no tenían que ser rendidos en su totalidad. Solo se debía justificar con documentos el 30%, pero el 70% restante solo se hacía mediante declaración jurada.Ahora la situación es escandalosa, pues los gastos de representación se duplican y los congresistas no tienen voluntad de retroceder. La justificación es que no les alcanza para hacer labor con los electores de sus jurisdicciones. Que necesitan para pasajes y viáticos y para dar regalos.Y es aquí donde viene el segundo punto controvertido. ¿Qué entendemos por representación? Comenta AAR:No pueden decirle a la gente que volverse populares con plata ajena no es propio de un congresista. Cuando la gente les pide eso, deberían explicarle que para eso no los eligieron, sino para trasladar al Parlamento sus inquietudes y aspiraciones con leyes y fiscalización.Un añadido a este punto. Den una vuelta por el Centro de Lima, sobre todo por las cuadras cercanas a las oficinas de los congresistas y verán llegar, todos los días, a decenas de personas que se acercan a pedir a los parlamentarios todo tipo de favores: desde el padrinazgo de una cancha de fulbito hasta ayuda en algún proceso judicial. El problema no está solo en los parlamentarios, sino también en los votantes, que entienden representación como sinónimo de este tipo de gestiones, la mayoría de las cuales van más allá de lo que deberían hacer. Escrito por: José Alejandro Godo.