Conmigo o contra mí.

Por Saval

Ayer debatimos sobre la causas de que la juventud no sea católica. Alrededor de 40 fieles mayores y un sacerdote por un bando. Por el otro yo. Mi hermano de espectador para que me ayudase a analizar las frases que se soltaban. Sobre las causas hablamos otro día pero creo que todo el mundo las tiene claras. Hoy voy a analizar lo que, en mi opinión, es un gran lastre en este mundo. El enfrentamiento, el trincherismo, los odios exacerbados.

“Es que tú no estás contra nadie” me dijo un buen hombre en mitad de la discusión. Estoy en contra de muchas cosas. Cualquier persona que me haya escuchado me habrá oído ir casi contra cualquier idea. Pero más allá de eso, de que toda idea se pueda discutir, hay que respetar a las personas que las tienen. Sin más. No puedo imponerle a alguien mis ideales sobre política, religión, ética o moral. No puedo confirmar que sean ciertos. Son los que me valen a mí, los que yo creo ahora. No puedo asegurar que le valgan a más gente. Incluso puedo cambiar en un tiempo. Profundas convicciones cambiantes.

“No les pido que me toleren, les exijo que me respeten” profirió una vez un buen amigo. Un tipo que es bisexual y por lo tanto siempre se tiene que encontrar con discursos morales absurdos que hablan de perversión, vicio e infierno. Puede haber el mismo infierno en la promiscuidad que en la castidad. Usted crea y haga lo que quiera. El único límite son las otras personas. Ese es el único mandamiento que debe seguir en pie siempre “intenta no joder a nadie”.

No somos malos por nuestras ideas, somos malos por nuestros actos o por la ausencia de estos.