Consigna Vidas de Tinta y Papel: ¡Buenos días Nueva York!

Publicado el 19 febrero 2014 por Jazmín Romero @jaz_de_ro
Vengo a traer mi primera participación en la consigna mensual del Club Literario Vidas de Tinta y Papel. Esta vez el desafío consistía en escribir sobre un viaje imaginario y podíamos elegir entre tres lugares. Había que incluir las fotos que se nos entregaban con el reto, y dar los datos que quisiéramos. Yo espero haberlo hecho bien, nunca he viajado fuera de mi país, por lo que hice una pequeña investigación sobre los lugares que podía nombrar. Qué bueno que hoy en día hasta los aeropuertos tienen página web, jeje. Bueno, los dejo con el relato, espero no sea demasiado largo.

¡Que lo disfruten!



¡Buenos días Nueva York! Hoy abrí los ojos, estiré mis brazos y ya faltaba poco para el aterrizaje del avión en tu aeropuerto, así que sí, te saludé con alegría. Pisé tu suelo al descender, tomé la primera bocanada de tu aire y debo decir que no me pareció nada distinto a lo que ya conocía. Digamos que imaginaba que la nube de smog sería más grande.

Insistí en tomar mi primer café estadounidense con rapidez y casi me metí en el Blockbuster del aeropuerto, por suerte Nahuel me detuvo. ¿Que quién es él? Bueno, para ser una ciudad cosmopolita y ultramoderna eres muy curiosa, pero te diré que él es mi novio y mi acompañante en este viaje. Desde los preparativos él fue quien me ayudó con la parte práctica de todo y evitó que mi frenesí por saber que me dirigía hacia ti me hiciera olvidar algo importante.

En fin, ¿dónde estábamos? ¡Ah, en la puerta del Blockbuster del aeropuerto! Sí, él me detuvo de cometer el error típico de ingresar a una cadena que ya conocemos para probar algo que yo esperaba que fuera distinto. Éramos turistas, debíamos arriesgarnos con alguna cosa más local. Pero recorrimos las enormes instalaciones y encontramos restaurantes italianos, orientales, hasta un lugar llamado Eat & Go Istanbul. Irónico, ¿no?

Estábamos por rendirnos con el horrible café de un Mac Donalds, hasta que nos topamos con un puesto llamado New York Hotdog & Coffee. Mi necesidad de cafeína se acrecentó sólo con ver ese nombre, y me bebí mi taza humeante mientras mi amado se desayunaba un hot dog gigantesco que traté de no mirar para no sentirme mareada. Eran las ocho de la mañana.

Luego llegamos a lo de mi tía, que tiene su estudio de fotografía en un edificio antiguo
pero muy bonito de Brooklyn, sobre una calle muy transitada de la que ya olvidé el nombre. Lo siento, Nueva York, pero eres demasiado grande y no fue fácil acostumbrarme a ti.

Al instalarnos en el apartamento de ella, noté que había un cuadro en versión collage con algunos de tus lugares interesantes. Aunque no era una combinación de fotos, sino de los nombres en distintas tipografías. Me gustó, así que decidí utilizarlo como guía para las que serían nuestras visitas durante los días que nos quedaríamos a conocerte. En ese momento, Nahuel tomó su celular y fotografió la pared con cuadro y todo. Lo miré y casi me reí. Debo aclarar que su teléfono está bastante maltratado y que ni siquiera resistió el cambio de país. Al notar mis esfuerzos por no criticar su gesto, él se encogió de hombros.

—Para algo tiene que servir el aparato, ¿no?

Esa misma tarde, comenzamos por el barrio de Chelsea. Sólo Nahuel y yo, mi tía tenía mucho trabajo que hacer y nosotros podíamos manejarnos con algunas indicaciones suyas. Como se sentía culpable de no poder venir con nosotros en todas las excursiones, nos prestó una de sus cámaras más pequeñas y manejables, lo que me puso feliz. Esta sería una aventura. Por lo tanto, nos adentramos en el distrito cultural con muchas expectativas. Las galerías de arte, el toque romántico de los edificios renovados para convertirse en almacenes de antigüedades, el Distrito de las Flores con sus fragancias y colores… Fue espléndido. Ojalá me hubiera quedado allí.

Al día siguiente fuimos a caminar por Broadway. Los carteles enormes, la inmensa cantidad de gente que llenaba las calles y los nombres de clásicos como el Rey León en las carteleras fueron un cúmulo de sensaciones contradictorias. Y cuando mi tía insistió en llevarnos de nuevo una noche de esa semana, quedé más impresionada aún. Jamás vi tantas luces juntas.

Pero no todo es tan bonito, Nueva York. Para alguien como yo, habitante de una ciudad que no posee sistema de subterráneos, tus trasportes son temibles. De no haber ido acompañada, no hubiese vuelto a poner un pie en esos vagones.

El relato sobre nuestro paseo por la 5ta Avenida lo guardaré para otro momento, porque estoy algo apurada, acaban de anunciar mi vuelo de regreso y soy algo bruta para los trámites del aeropuerto. Pero no pienses que me iré sin hacerte una queja. Como ciudad eres imponente, no lo niego, eres preciosa, pero también eres peligrosa. Te diré por qué, a pesar de que ya debes haber escuchado miles de cosas como ésta.

El último día libre lo terminamos con una caminata por el Puente de Brooklyn. Todo comenzó allí. Tenía muchas ganas de sacar una foto en medio del trayecto, y esa idea me costó muy caro. Al sacar la cámara, un ciclista sin modales ni respeto por los demás me llevó por delante y se llevó el aparato con él. Sí, la costosa cámara de mi tía fue robada en nuestras narices. Quisimos perseguir al ladrón, gritamos para que no lo dejaran huir, pero al final sólo pudimos verlo desaparecer con todos los recuerdos del viaje en sus manos…

Hoy te saludo de nuevo, Nueva York, te doy los buenos días desde el avión. Pero esta vez es para alejarme de ti, es una despedida. Me acomodo en mi asiento, bostezo, estiro mis brazos y al cerrar los ojos no puedo evitar consolarme con el hecho de que me llevaré parte de ti en mis retinas y que de allí nadie te va a borrar. Porque en el plano de lo físico, de lo concreto, lo único que me llevo son un par de fotos tomadas con el teléfono móvil de Nahuel. Una imagen del cuadro con los lugares que recorrimos y una toma del Puente de Brooklyn. Eres una ciudad algo difícil, pero ya debes saberlo. Te lo han dicho antes, ¿verdad?