“Contigo me cruzo deprisa”

Por Rms @roxymusic8

Uno lo evita y al final se ve envuelto en él. Uno intenta poner un muro y ese muro se cae. Uno mantiene las distancias y éstas se acortan. Las prisas. Las inmediateces. Los mensajes. ¿Qué le pasa al mundo hoy? Y por más que se quiera, por más que se ponga intención, por más que uno luche por un respiro... El respiro se subleva. En este mundo de las prisas no vale sólo con el querer, ni con las buenas intenciones ni mucho menos con los respiros calmados. Hoy necesitamos pararnos. Y en seco. Sin más miras. Sin remordimientos. Con libertad y naturalidad. Es más que necesario.

Al final el día me sugiere estas dos preguntas que llevan a la misma conclusión: ¿vives para trabajar? ¿Trabajas para vivir? Me llevan a pensar en cada vida humana y sus pasiones. Esas pasiones sanas como la familia, la pareja, los amigos o la Naturaleza. Si vivimos sólo para trabajar, si trabajamos para, matizo, poder vivir todo aquéllo, ¿qué ánimo nos queda?, ¿qué realidad tenemos? Somos títeres. La vida está para vivirla y en ese vivir encontramos a otras personas y lugares que nos ayudan a crecer, que nos lanzan a dar un paso más y que tanto bien nos hacen. No entiendo un día sin un encuentro. No me gusta la idea de pasar veinticuatro horas sin apenas un momento para conversar. Es una pena que en un día no tenga cavida el contacto con la Naturaleza. Las personas trascendemos, no nos pueden parar los pies, no pueden cortarnos las alas, no nos pueden apagar la llama que emana de nuestra alma.

Si todos tuviéramos un trabajo de media jornada donde nos fuéramos relevando, si todos tomáramos conciencia de trabajar y de trabajar bien, si todos buscáramos en ese trabajo aquéllo que no podemos vivir después, si tuviéramos ese encuentro, si nos dijéramos las cosas con calma, si compartiéramos nuestras inquietudes o dificultades... Sí, otro gallo cantaría. No es una utopía. El día a día es responsabilidad de cada uno, de todos. Esas prisas, esas inmediateces, esos mensajes tienen que ser combatidos con una convivencia de tú a tú, de corazón a corazón. Si no, nos estamos perdiendo, nos estamos dejando perder y nos estamos abocando a un sin vivir. ¿Y quién no quiere vivir?

Hace poco fui a una reunión y hablaron de vivir conscientes de la realidad que nos envuelve. De que cada uno viviera su presente y viera en él la realidad como aliada. ¡Nuestra propia vida es aliada! Rezonozco que se necesita dar un paso más para vivir esto pero justo es lo que necesitamos para que la rutina no sea vieja, ni desanimada ni aburrida. Porque en esa misma rutina si dejas que la realidad que vives sea tu aliada, te aseguro que sonreirás más, encontrarás calma y recibirás regalos en forma de encuentros con personas. Lo dije tiempo atrás: las personas, nosotros, no estamos para vivir una vida cómoda. Y es en ese esfuerzo por salir de uno mismo donde encontramos la verdadera alegría y el descanso que anhelamos.

Es bonito experimentarlo. Porque sucede, no es algo que no pueda darse. Y es más agradable aún irse a la cama exprimido como un limón pero con la alegría de haberse olvidado de uno mismo para estar para los demás. Es un misterio más que paradoja para el hombre el recibir más cuando se da; el verse desproporcionalmente más agraciado por olvidarse de sí mismo. Resulta que el darse en esas cosas que constituyen la realidad de uno hace crecer por dentro (esto es madurar y no sólo cumplir años). Y la consecuencia directa es la alegría y descanso que hablaba antes. ¡Nada se pierde, todo queda! Nada se pierde para el que sabe mirar, acoger y vivir la realidad que se le presenta ante su mirada. La belleza de la vida de uno reside en estas cosas pequeñas que agrandan el corazón.

"Y voy a decir algo diferente: que vengo sin prisa, vengo para verte". Voy a mirar mi realidad a los ojos. Voy a mirar con amor a quien se cruce conmigo. Voy a mirar para ver claro los regalos que me encuentro a cada paso que doy. Pero lo más importante: voy a pararme para mirar.