Contra los servicios incompletos (Lenguas muertas)

Por Anxo @anxocarracedo

Ilustración de José Agustín Mosquera para este blog.

Sucedió la primera vez que Mona dejó de beber. Acababa de divorciarse y no tenía trabajo. Estaba desesperada. En el grupo de terapia la animaban a que saliese de su zona de confort probando cosas nuevas, tomando pequeños riesgos. Al menos eso fue lo que ella nos explicó después. El caso es que se apuntó a latín. Las clases la distraían y, para su sorpresa, la materia se le daba bien, pero comenzó a obsesionarse un poco. Recuerdo aquella tarde que no tenía nada mejor que hacer y decidí acompañarla. Bajábamos por la Gran Vía cuando se fijó en la placa: Doctor Bridgewater. Análisis de guión. Corrección ortotipográfica. Servicios lingüísticos en general. Me dijo “espérame aquí”. Y entró. Me dio tiempo a fumarme un lucky tranquilamente y a encender otro mientras liquidaba los mensajes pendientes de los grupos de whatsup. Salió por fin dando un portazo, hecha una furia. A duras penas pude seguirla hasta que se detuvo en mitad de Princesa, sofocada aún. Me pidió un pitillo. Dejé que le diera las dos primeras caladas antes de preguntarle qué había pasado. “¿Servicios lingüísticos en general? ¡Putos aficionados! A consumo, los voy a denunciar a consumo”. Le rogué que se explicara. “¡Joder! No veas la que me montaron porque pedí presupuesto para un cunnilingus”.

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Sobre la ilustración de esta entrada

Sostiene Agustín Mosquera, observador provisto de la sagaz mirada del recién llegado, que Gran Vía y Princesa son una sola y misma avenida, con el gran cunnilingus urbano de la Plaza de España a modo de falsa bisagra. No hay duda de que la razón le asiste. ¿Por qué entonces el disparate del callejero, empeñado en emplear dos nombres para señalar una única cosa? Quizá simplemente por desatención hacia la mencionada práctica. O, tal vez, por un interesado afán en negarla, al modo como el tal Bridgewater la excluye de su catálogo de servicios ligüísticos, causando la indignación de la protagonista de esta historia. Puede que al doctor le falte cultura clásica. También puede ser que al suprimir el cunnilingus esté ejerciendo su función de corrector o, más probablemente, la de analista de guión. ¿No son acaso los analistas de guión, últimos censores y vigías de lo conveniente, implacables domadores de lenguas? Quede ahí la cuestión, a disposición de quien quiera retomarla.

Gracias, Agustín.