El mismo sueño se repite una y otra vez. Hay vigas, techos que rozan el cielo, suelos de hormigón, pilares como gigantes, ladrillos con al menos cien años de historia y mucho acero. La luz entra por cada uno de los poros de esta visión que se enmarca en un espacio inmenso, casi diáfano.Una atmósfera industrial que,paradójicamente, se caracteriza por enaltecer el valor de lo original y por ser vanguardista y fresco.Esta imagen fabril que nunca llegó a desaparecer, cala cada uno de mis huesos. Nueva York, el paraíso de estas apuestas.
El mismo sueño se repite una y otra vez. Hay vigas, techos que rozan el cielo, suelos de hormigón, pilares como gigantes, ladrillos con al menos cien años de historia y mucho acero. La luz entra por cada uno de los poros de esta visión que se enmarca en un espacio inmenso, casi diáfano.Una atmósfera industrial que,paradójicamente, se caracteriza por enaltecer el valor de lo original y por ser vanguardista y fresco.Esta imagen fabril que nunca llegó a desaparecer, cala cada uno de mis huesos. Nueva York, el paraíso de estas apuestas.