No sé. Yo no lo veo nada corbuseriano. Me parece más bien el coche de Batman.
Los diseñadores dicen que se han inspirado en Le Corbusier "por su simplicidad y por la estructura visible". Lo que hay que hacer para ganarse la vida. Y lo que hay que hacer para explicar cómo se la gana uno. Vale: Y Cien años de soledad está inspirada en La Divina Comedia porque tiene palabras, y hay personajes. Habría que recordar que Le Corbusier ya diseñó un coche. Éste:
Ojocuidao ahí. Y, si me apuráis, yo puedo diseñar otro inspirado en Corbu:
Bueno, vale; lo acabo de hacer con el pincel del photoshop manejado con el ratón. Vale. (Pero un puntito sí que le veo).
No seguiré por ahí, que me pierdo.
Sí me apetece verle un punto positivo, y es que el fabricante, deseoso de buscar nombres comerciales, de impactar, de fascinar y enamorar al posible comprador, piense que el nombre "Le Corbusier" puede ayudarle a vender el coche. Ya salió el Citroën Xsara Picasso, cuyo diseño tampoco tenía nada que ver con el arte picassiano, pero que ostentaba orgulloso la firma del artista como logo de marca (lo que valió otro puñado de dinero para sus siempre ávidos herederos, que, ay, nunca tienen suficiente porque son muchos: El abuelo era lo que en la Edad Media se llamaba un "varón repoblador"). Nadie esperaba tampoco que el coche pareciera obra de Picasso. Eso daba exactamente igual. Se asumía que los de Citroën invocaban ese nombre porque sí, porque molaba, porque era un nombre universal y sugería prestigio, belleza, eficacia y quién sabe cuántas cosas más. (Os invito a imaginar un Citroën Xsara Fernandosánchezdragó, un Citroën Xsara Mayragómezkemp o un Citroën Xsara Marianorajoy, a ver qué pasa. Aunque yo, de todas todas, lo habría bautizado Citroën Xsara Gracitamorales y me habría quedado tan ancho. Hay que ser agradecido, y Gracita Morales de monja hizo la mejor campaña imaginable a esa marca). En esa línea tonta y sin ideología ni intención, en la que todo vale y todo es un mero blablabla, haber elegido el nombre de Le Corbusier tiene algo muy bueno. Pone al arquitecto a la altura de personaje conocido y, sobre todo, de personaje que se debe conocer. (Por cierto: Le Corbusier no tuvo hijos. Pero deja Fundación. No sé qué es más difícil a la hora de negociar y soltar dinero por poner el nombrecito en el culo del coche). Los arquitectos somos muy endogámicos y muy tontos: Nos creemos que porque no se nos caiga nunca de la boca el "Corbu" lo tiene ya que conocer todo el mundo. Eso es mentira. Preguntad a mis clientes. No les suena a ninguno. Uno, el más despabilado y con más mundo de todos ellos, me dijo que sí, que era una marca de cognac francés. Los demás ni eso. Desde luego, los arquitectos (en general, como colectivo) no estamos en condiciones de comprarnos ese cochazo, ni aquí ni en ninguna parte. Ese monstruo (que supongo carísimo) está destinado a otro tipo de gente, que ignora minuciosamente quién fue el Corbu. Tal vez alguno se compre un Renault Le Corbusier y se entere a partir de ahí, pero a la vez guardará orgullosamente ese remedo de Batmóvil en el garaje de su casoplón lleno de falsos arcos de imitación a granito y de balaustradas de hormigón blanco. (Da igual: El coche es también una imitación de algo, un fantoche de oropel). Allí, en el sótano de aquel palacete paleto y absurdo dormirá el engendro mecánico, dormirá la bestia, y el remoto arquitecto se removerá en su recoleta y luminosa tumba de Cap Martin.
(Si te ha gustado la entrada te agradeceré que cliques el botón g+1 de aquí debajo).