Con una persona como Franck Cornelissen, dos hora de charla y degustación de sus vinos dan para mucho. Tuve la sensación, tras el fecundo encuentro que Vila Viniteca organizó en Barcelona hace pocos días, que salía de un posgrado intensivo, de un curso de muchas horas que, gracias a la combinación de descripciones, sensaciones, técnicas, ideas y reflexiones pausadas de Franck, entendidas junto a la gama completa de sus vinos, me situaba de una manera más firme en algunas de mis convicciones. Más firme y con ideas y argumentos para compartir, que fueron los que Franck, con sus maneras amables y lentas, aunque fecundas y de un aliento vital tremendo, expuso con claridad, con sus palabras tanto como con sus vinos. Como siempre me sucede cuando una charla de este tipo me impresiona, intento transcribir con la mayor literalidad posible las notas que tomo. Sin filtros, vamos. Frank Cornelissen quiere que todos los aromas de la uva se encuentren en su vino. Parecerá una perogrullada, pero se trata de algo más bien complicado de encontrar hoy en día...Las intervenciones suelen ser múltiples, en el campo y en la bodega y Franck, en cambio, aplica una sola ley: la técnica del minimalismo. De una gran tierra saldrá una gran uva. De una gran uva, saldra un gran vino siempre con la menor intervención posible. Un gran vino, en fin, nace de la conjunción de detalles cada vez más pequeños, mínimos, ínfimos. Su suma es la que acaba dándonos el placer que Franck busca transmitir: la tierra líquida, la mineralidad de unos viñedos, como base del carácter y personalidad de sus vinos.
El volcán en la copa. Las uvas, su mosto y sus pieles, en la botella. Las variedades de la uva son vehículos, jamás objetivos porque la clave siempre es la tierra, el viñedo. Franck es capaz de proponer vinos cuyas variedades ni nombra: no lo considera lo más importante. Franck escoge el Etna (ladera norte y a alturas muy destacadas, de 600 a 1000 msmn) porque le permite utilizar los elementos que él considera importantes: 1. La complejidad de la policultura y de la biodiversidad en un ambiente atmosférico lo más puro posible. 2. La sanidad y calidad, gracias a ese ambiente no contaminado, de la fotosíntesis en esos viñedos: la limpidez y pureza de la luz, como elementos clave para tener mejores plantas y uvas más intensas. 3. El lugar que uno escoge tiene que tener una larga tradición e historia vitivinícolas: todo está inventado y nuestros antepasados remotos sabían ya a la perfección dónde se encontraban las grandes tierras para las grandes uvas. Sicilia...no hace falta decir más. 4. En la medida de lo posible, suelos pobres de arena (en este caso, volcánica), para poder encontrar viñedos en pie franco (da igual si son prefiloxéricos realmente o no) y para poder plantar, hoy, en pie franco también. Su viñedo más joven tiene 50 años y el más viejo es de 1910. Cuando se pueden probar uvas y vinos de viñedos viejos en PF (con muy bajos rendimientos además), uno se da cuenta del valor y poder organoléptico de ese tipo de vinos.
Tuvimos la suerte de beber (en mi caso, por primera vez alguno de ellos) y comentar todos sus vinos, aunque a Franck (extraordinario catador y conocedor de todos los grandes vinos que en el mundo son, de veras impresionante) no le entusiasma describir las copas que se van sirviendo. Él charla de lo que os he contado en el párrafo anterior. Y mientras lo hace, yo voy oliendo, bebiendo, saltando y volviendo para atrás, para entender y poder describir cada uno de los vinos. Es esto. Susucaru Rosé 2013. Cítrico, zumo de mandarina. Granada. Puro y fresco. Perfume de rosa con tanino firme. Nerello mascalese, moscato nero, malvasia, inzolia. Crece y crece. Largo y refrescante. Uno de mis rosados preferidos. Munjebel blanco 2013. Carricante, grecanico dorato, coda di volpe. Aceite con perfume de nueces verdes. Raíces. Densidad y lentitud. Cítrico también: piel de limón. Pedernal. De nuevo, la frescura y la tanicidad en un blanco que enamora por su carácter. Contadino 2012. La tradición hecha vino. Trece variedades de uva, bancas y tintas, juntas, aunque con base de nerello mascalese. Cofermentación. Ciruela pasa. Higos maduros. Cerezas en alcohol. Postres de músico. Un punto de carbónico y algo de volátil. Para mesa de manteles a cuadros y verduras sicilianas. Munjebel 2012. Un vino más relajado. Me recordó la Nochebuena. Calor. Rescoldos de fuego entre los restos de ceniza. Austeridad. Nobleza. Sequedad y tanicidad. Le sienta bien la botella a este blanco.
Munjebel Vigne Alte 2013. Por primera vez bebo los tres pagos diferenciados de nerello mascalese de Cornelissen. Entre 800 y 1000 msnm. Elegante y fino. Fruta con todas las mayúsculas que le queráis poner. Sirope de frambuesa con su refrescante tonicidad. Zumo de granada. Zarzamora. Munjebel Monte Colla 2013. Viñedo más bajo y mas de orientación sur. Noto lo mismo que en el Vigne Alte pero atenuado, más suave y redondo. Me gusta más el Vigne Alte... Munjebel Chiusa Spagnolo 2013. Tiene los mismos aromas del Vigne Alte pero gana en frescura en relación al Monte Colla. Mayor densidad y concentración. Sequedad y calidez. Magma 2012 (Barbabecchi). El viñedo que hace que Franck se emocione. Su viñedo. 1910. Pie franco. 900 msnm. Nerello mascalese. Elegancia y finura. Etna en su perfil más clásico. Regaliz de palo. Tradición. Cacao y corteza de naranja. Agua fresca. Suave tanicidad. Profundidad. Tomo buena nota: Franck comenta, como de pasada, que Magma 2011 es, de todos los vinos que ha hecho en Solicchiata, el que más le gusta. Si 2012 me parece ya un vino muy bueno, ¡me impongo encontrar una botella de ese 2011!