Los gobiernos de todo el mundo y de Europea en particular están firmando ya acuerdos con farmacéuticas que fabrican vacunas para la Covid-19. Lo hacen por adelantado, sin conocer el producto. Y lo hacen presionados por el miedo y la exigencia de «soluciones» por parte de la población. A nadie se le ocurre comprar un producto del que se desconoce su eficacia y si será seguro o no. Pero…
Alemania, Francia, Italia y Países Bajos han suscrito un contrato para el suministro de vacunas contra el Covid-19. En total serán 400 millones de dosis que está desarrollando la farmacéutica AstraZeneca. La vacuna estará disponible para todos los países de la Unión Europea pero en el mejor de los casos esto no será posible hasta finales de este año 2020.
Los cuatro países firmantes han formado una «alianza por la vacunación» y mantienen contactos con otras farmacéuticas embarcadas en proyectos de investigación para lograr vacunas contra el coronavirus. No creo que esos gobiernos tengan previsto hacer públicos esos contratos, ojalá me confunda pues sería lo suyo ya que vivimos en democracia.
No nos vamos a cansar de repetirlo, vivimos una crisis sanitaria global, los ingresos que se disponen a sumar las diferentes industrias beneficiarias de la situación serán históricos y por ello también ha de ser histórico que algo tan sencillo como que sepamos la verdad sobre la eficacia y seguridad de estos tratamientos.
Los datos que avalen (o no) esas vacunas estarán protegidos legalmente por la figura del «secreto comercial», la farmacéutica que la patente no tendrá porqué ofrecer esos datos ni mucho menos publicarlos para que otros equipos de investigación puedan corroborarlos y/o usarlos para mejorarla o para hacer un producto similar o incluso mejor.
Esto es muy bueno para el descubridor y muy malo para la población y la ciencia.
Podemos vernos en la tesitura siguiente: que se vacune a la gente con algo que no sabemos bien para qué sirve. Es más, está por ver si los gobiernos que están comprando vacunas a mansalva sin saber su calidad, sencillamente porque están en proceso, sentirán la tentación de obligar a la población a vacunarse.
Dice el médico Juan Gérvas que habrá muchas vacunas para la Covid-19 «pero sólo una duradera, la social«, en referencia a que son los condicionantes sociales y económicos los que provocan y agravan las crisis sanitarias. Lo que se espera es una vacuna anticoronavirus que sea «poco eficaz en intensidad y tiempo», argumenta Gérvas, de manera que ni disminuya muertes ni dure para siempre.
Existe una expectativa irracional de «la vacuna como solución», cuando lo esperable es un tipo vacuna similar a la de la gripe; es decir, «quitamiedos» y poco más. En el caso de la vacuna de la gripe es que incluso los sanitarios se vacunan menos que la población pues tiene fama de ser muy poco útil. Veremos con la antiCovid-19 qué ocurre.
Como la mera disposición de una vacuna es insuficiente para garantizar una amplia protección inmunológica (suponiendo que se demuestre que el producto lo consigue), «la vacuna también debe ser aceptada», advierten diversos científicos. Por eso consideran que el «trabajo preliminar para la aceptación social de la vacuna» debería comenzar cuanto antes, mediante campañas educacionales y de salud pública.
Está por ver si las vacunas para la Covid ofrecen la inmunidad de grupo deseada.
Los epidemiólogos tratan de predecir cómo se desarrollará la pandemia de coronavirus hasta que «la vacuna» esté disponible. Sin embargo, ambos están rodeados de una incertidumbre sin resolver sobre si el sistema inmunológico puede montar una respuesta sustancial y duradera al coronavirus actual y si la exposición a los coronavirus del resfriado común circulante proporciona algún tipo de inmunidad protectora.
Es aún precipitado afirmarlo pero por suerte parece ser que nuestro sistema inmune reconoce bien el actual coronavirus e incluso, como es de una familia «conocida» por causar, por ejemplo, resfriados, hay una fuerte inmunidad natural. Hay vacunas que son buenas, de calidad, como la de la rabia pero que no crean inmunidad de grupo; tampoco la crea la vacuna contra el tétanos (ni la vacuna de la difteria, ni la de la tosferina, ni la de la fiebre amarilla…). De hecho, la vacuna de la tosferina tiene externalidad negativa (daña a terceros) al forzar la evolución de la bacteria con mutaciones a formas más agresivas, «resistentes» a la propia vacuna.
Es decir, el asunto es más complejo y podemos vernos en la tesitura de tener en unos meses vacunas que presenten carencias, algo que tendrán que tener en cuenta los del «trabajo preliminar para la aceptación social de la vacuna» pues la mejor aceptación social proviene de la transparencia, de los datos científicos corroborados y rigurosos, publicados para que contribuyan al debate social, etc.
De los más de 100 ensayos clínicos que se hacen en el mundo hoy para encontrar una vacuna unos diez se hacen en España. Y cada uno elige una vía para llegar a buen puerto. Hay uno, por ejemplo, que no es una vacuna dirigida contra el coronavirus. Se trata de ver un efecto inespecífico de
Un producto pensado para otra cosa y que puede dar alguna protección, que no va a ser del 100% ni del 80%, pero que puede ayudar a la inmunidad innata entrenada».
Lo escrito, aún es pronto, son muchas las investigaciones abiertas, con diferentes enfoques y expectativas. Llama la atención que haya importantes gobiernos firmando acuerdos comerciales ya, sin saber qué sucederá con la Covid en unos meses, cuando posiblemente llegue alguna vacuna al mercado. Y no parece que estén sentándose las bases para que esos acuerdos y la investigación de los productos «elegidos» sean transparentes y ganarse así la confianza de la población.
Por no citar a qué tipo de empresas se les compran vacunas y lo escribo porque en el Bufete Almodóvar & Jara llevamos años litigando con AstraZeneca por la muerte de una persona en un ensayo clínico suyo, caso nada aislado, por cierto.