Vine a vivir a Oviedo hace once años. Cuando llegué no tenía trabajo y tampoco conocía a mucha gente, así que me dedicaba a pasear por la ciudad cada mañana mientras dejaba algún currículum, pasaba por el Colegio de Arquitectos o me tomaba un café. No tardé mucho en descubrir El 30 de Campoamor, una de las tiendas de decoración con más encanto que había conocido. Estaba ubicada en la misma dirección de su nombre, una calle tranquila del centro de Oviedo. Creo que lo que más me gustó siempre de ella es lo mismo que me sigue gustando tantos años después: Cada rincón de la tienda es un pequeño trocito de casa, donde sofás, cojines, mesitas, tazas, jarrones, lámparas y mantas crean un armonioso conjunto donde nada sobra y nada falta. Desde que entras puedes imaginar tu vida entre sus muebles, en sus rincones.
Si compras en El 30 de Campoamor, no te llevas un mueble, te llevas un pedacito de hogar.
Cada vez que paso por esta tienda me detengo en su escaparate, siempre. Pero pese a que llevan implantadas en esta nueva ubicación ya tres años, aún no había entrado en la nueva tienda. Entro y no tardo ni un minuto en recordar porqué siempre ha sido la tienda más bonita de decoración de Oviedo.