No es la primera vez que trato el asunto de las creencias —hace poco publiqué una mini serie de posts sobre las 26 creencias que harán fracasar tu implementación de GTD—, pero tenía ganas de tratarlo con un poco más de profundidad. En mi experiencia, y en la de mis colegas consultores de la red OPTIMA LAB, las creencias que desarrollan la mayoría de los profesionales a lo largo de los años en relación al trabajo, es uno de sus mayores obstáculos a la hora de, no ya implementar, sino simplemente plantearse la posibilidad de asumir nuevas prácticas de trabajo que sean más efectivas.
Decía Aristóteles que somos lo que hacemos repetidamente, es decir, que las personas no somos mas que un puñado de hábitos, algo que la mayoría de las personas ya saben, o al menos intuyen. Lo que parece que muchas personas ya no tienen tan presente es cómo llegan esos hábitos a instalarse en nuestras vidas, hasta el punto de conformarnos como individuos. Y ahí es donde entran el juego las creencias, porque resulta que hacemos las cosas que hacemos, porque creemos las cosas que creemos.
Una de las presuposiciones sobre las que trabaja la PNL —Programación Neuro-Lingüística—, es que todos los comportamientos tienen siempre una intención positiva detrás. Si una persona muestra un determinado comportamiento «inapropiado» —en el caso de la efectividad personal, un comportamiento inapropiado es cualquier comportamiento que mina la eficiencia o la eficacia personales—, es porque detrás hay una creencia que, en su momento, resultó ser útil para un determinado contexto. Es decir, que la utilidad de las creencias va ligada a los contextos donde debemos tomar acción. Por tanto, un cambio de contexto, si no va acompañado también de una revisión de creencias, puede hacer que algunas de nuestras creencias se vuelvan limitantes, en el sentido de que serán fuente de comportamientos «inapropiados» que nos dificulten enormemente la consecución de los resultados que nos gustaría alcanzar.
En muchos de los talleres que facilito y de los seminarios que imparto esto resulta muy evidente. Tantos años recibiendo formación en gestión del tiempo ha consolidado en la mente de los participantes ciertos mapas mentales que les dificulta enormemente entender por qué es necesario hacer un cambio en la manera de gestionar sus flujos de trabajo. Así, por ejemplo, siempre me encuentro con mucha resistencia a la idea de «perder» tiempo en definir el trabajo porque, según muchos, eso supone un esfuerzo «innecesario». ¡Bastante tienen ya con la cantidad de cosas que tienen que hacer, como para echarse encima más cosas por propia voluntad! Sin entender que definir el trabajo, no solo es parte del trabajo de cualquier trabajador del conocimiento, sino que es el tipo de trabajo más importante que tienen que hacer. Y que no hacerlo es una de las causas raíces de los problemas de efectividad, estrés y frustración que sufren muchas personas en sus trabajos y en sus vidas.
Las creencias que sostienen muchos de los trabajadores del conocimiento, en relación a la efectividad personal y la forma de hacer las cosas, es posible que fueran útiles en el contexto de un trabajo de naturaleza principalmente manual, como el que tenían nuestros padres y abuelos. El problema es que la naturaleza del trabajo ha cambiado radicalmente desde hace unas décadas, invalidando las creencias que muchas personas vienen arrastrando sobre la mejor manera de trabajar. Necesitan revisar esas creencias, y no son conscientes de ello.
Por eso, una parte fundamental de la mejora de la efectividad personal pasa necesariamente por prestar atención consciente a las creencias que sustentan nuestros hábitos de trabajo actuales. Saber en qué consiste una metodología de productividad personal como Getting Things Done® (GTD®), o de efectividad personal como OPTIMA3®, está muy bien, pero sirve de muy poco si mantienes en pie un muro de creencias limitantes que te impiden poner en marcha las nuevas prácticas que necesitas para mejorar el control y la perspectiva de tu trabajo diario.
Mientras que no pongas a prueba tus creencias, dejando de suponer y empezando a medir, el camino de la mejora de la efectividad personal estará siempre lleno de piedras que tendrás que sortear continuamente, un camino mucho más penoso de lo que debería ser. Y al contrario, preguntarte todo el tiempo si tienes alguna creencia que te está limitando, y cambiarla cuando sea necesario, te permitirá avanzar sin esfuerzo hacia la eficiencia y la eficacia óptimas. Conseguirlo está en tus manos.
Foto por Leo Hidalgo vía Flickr