Estoy ciega total. No porque tenga 4.5 dioptrías de miopía en cada ojo. No. Ni porque me tenga que aprender los bañadores de memoria cuando me quito las gafas en la playa (más de una vez he saludado afectuosamente a alguien que tenía el mismo bañador que mi marido o que mi padre). Estoy ciega porque he criado dos cuervos y me han sacado los ojos. Compra semanal. Las bolsas se acumulan en la encimera mientras yo ordeno alimentos en los estantes y mis hijos los desordenan dentro de las bolsas buscando un paquete de "Cookies" que les he comprado de capricho. Lo encuentran y lo abren. Y, como quien no quiere la cosa, les robo una cookie delante de sus narices y me la meto en la boca mientras sigo recogiendo. Los dos me miran como si hubiera cometido la mayor afrenta del mundo mundial. - ¡OYE! - gritan al unísono. - Es una.- digo, con la boca llena de cookie, que, por cierto, son un pecado mortal. Ponen cara de enfado pero no protestan más. Me meto en la despensa con un paquete de leche y oigo a Susanita que le dice bajito al Terro: - Tranquilo, en cuanto se ponga el biquini, no se atreverá a robarnos más cookies.
Cría cuervos. Y encima cómprales cookies. Para esto.