Tras el despegue económico del siglo XIII, a comienzos del siglo XIV Europa entró en crisis (Crisis del siglo XIV): una serie de calamidades la azotaron. Entonces, se comenzaron a cuestionar muchos valores que hasta entonces habían tenido vigencia como, por ejemplo, el rol de la Iglesia y el papel de los monarcas.
La hambruna causada por una sucesión de malas cosechas, las guerras y las pestes sacudieron a la población y le dieron una panorama muy sombrío al último periodo de la Edad Media. Como consecuencia de estas catástrofes, la población descendió de una forma alarmante.
Esta difícil situación provocó a su vez numerosos conflictos en el campo y las ciudades: en el campo, se enfrentaron campesinos contra señores; en las ciudades, en cambio, se opusieron artesanos contra ricos mercaderes.
Todo ello trajo consigo la idea de que el fin del mundo anunciado por el Apocalipsis se aproximaba. Por eso, la población de aquel entonces tuvo una insistente y enfermiza obsesión por la muerte. Este pesimismo se plasmó en el arte y en la literatura.
La Peste Negra
Las epidemias de enfermedades como la tuberculosis o paludismo, fueron el azote más frecuente y temible de la Europa Medieval: diezmaban a poblaciones enteras. La más fulminante de todas fue la peste negra o bubónica. Esta enfermedad la introdujeron a Europa los marineros genoveses que regresaban de Constantinopla. Para los médicos medievales el mal se expandía a causa del aire corrompido.
Hoy en día, sabemos que la peste negra se transmitía a los humanos a través de las pulgas que vivían sobre las ratas. A raíz de la peste negra, murieron en Europa unos 25 millones de personas entre el año 1348 y el año 1490, casi un tercio de la población.
Medicos de la peste negra
Crisis del siglo XIV y transformaciones económicas
El exceso de población en Europa produjo una serie de desajustes en la economía de la época. La gran mortandad del siglo XIV originó nuevos problemas: al disminuir la población hubo menos trabajadores y al demanda de productos se redujo drásticamente.
En el campo, grandes extensiones de tierra quedaron sin cultivar. El descenso de la población hizo que la siembra de productos de panllevar ya no fuera rentable. Por eso impulsaron otros cultivos orientados a la exportación, como la vid y el lino.
En la industria textil también se perdió mano de obra. Como los trabajadores eran escasos, los salarios tendieron a subir.
Por eso, algunos manufactureros trasladaron sus operaciones al campo, esperando encontrar mano de obra más barata. Ellos compitieron con los gremios urbanos, que se oponían a estos industriales que trabajaban por su cuenta, rompiendo el monopolio.
Disturbios sociales
En los últimos siglos de la Edad Media, los campesinos debieron enfrentar diversas dificultades: el fracaso de las cosechas, la peste y las crecientes exigencias tributas de la Iglesias, el estado y los señores. Todos estos factores contribuyeron a crear un clima de malestar entre la población campesina que desembocó, con el tiempo, en el estallido de diferentes rebeliones.
En las ciudades, los problemas más corrientes fueron de orden social, pues se había profundizado la separación entre ricos y pobres, y entre los ciudadanos y los que no accedían a la ciudadanía, a los gremios ni al gobierno de la ciudad.
Loa levantamientos urbanos y rurales de esta época no presentaban, sin embargo, un programa organizado de reformas. En general, proclamaban la igualdad de los hombres y el respeto de la dignidad humana pero sólo proponían retornar a un tiempo pasado mejor.
Los jefes de los levantamiento, que por lo general no pertenecían al grupo social que encabezaban, aprovechaban la situación para su beneficio personal, y luego del fracaso del estallido, abandonaban a su suerte a los hombres que habían liderado.
La mayoría de las revueltas eran sumamente violentas y muy cortas. A menudo, los cronistas de la época calificaron estos estallidos de furores: solían apagarse tan rápido como habían estallado. Sólo ocasionalmente lograron mejoras.
Entre estas revueltas la más conocidas fueron la Jacquerie en Francia, el levantamiento de Wat Tyler en Inglaterra, la Remança en Cataluña y la de los irmandiños, en Galicia. Todas ellas fueron aplastadas brutalmente por los reyes y los nobles.
La Jacquerie, una revuelta campesina
Ciertamente nunca se vio entre cristianos ni sarracenos, semejante locura como lo de estos malvados (…). Quemaron y abatieron en todo Beauvaisis y los alrededores de Corbie, Amiens y Montdier, más de sesenta buenas casas y castillos (…). De esta forma semejante se condujeron las gentes entre París y Soissons y entre Soissons y Hen, en Vermedois y por toda la tierra de Couci. En ésta y en los obispados de Laon, Soissons y Noyon, fueron destruidos más de cien castillos y casas de caballeros y escuderos y mataron a todos los que encontraron en ellos (…). Pero Dios, con su misericordia, puso remedio a esto (…) los gentiles hombres de Beauvaisis, Corbesis (…) comenzaron a matar y destrozar a estas gentes sin piedad, y a ahorcarlos por multitudes en los arboles….
J. Froissar, Crónicas
Disturbios Jacquerie
Aldeas abandonadas
Uno de los aspectos más impresionantes de la crisis económica y demográfica del siglo XIV, fue el abandono de las aldeas en el campo. Los campesinos dejaron sus tierras y posesiones y se convirtieron en vagabundos o se refugiaron en las ciudades. Los campos que antes se habían cultivado se cubrieron de maleza y los caminos se borraron. En las aldeas, las casas y las iglesias se fueron desmoronando. En aquel entonces, la mayoría de las ladeas se quedaron sin hombres y por lo tanto, sin ningún tipo de actividad.
El fortalecimiento de la monarquía
A comienzos del siglo XIV fueron surgiendo nuevas concepciones del poder político y del papel de la monarquía. Estas ideas, que tuvieron su origen en el siglo XII, contribuyeron a definir el rol de los monarcas en sus reinos y a eliminar la fragmentación política que hubo en los tiempos medievales.
Mapa de Ingleterra y Francia en el siglo XIII
La monarquía inglesa
Desde el siglo XII los monarcas ingleses empezaron a ensanchar sus territorios, que los señores feudales habían recortado.
Este proceso se inició cuando el rey Enrique II Plantagenet anexó al reino gran parte de Francia. Sin embargo, su hijo Juan Sin Tierra perdió casi todos los feudos franceses en la batalla de Bouvines (1214).
Esta derrota irritó a la nobleza, que lo obligó a firmar la Carta Magna (1215), la primera constitución inglesa, prohibiéndole iniciar guerras y cobrar impuestos sin la aprobación del Parlamento inglés, una asamblea compuesta por nobles y burgueses. Así nació la monarquía parlamentaria inglesa.
La monarquía francesa
Francia también inició su proceso de unificación en el siglo XII, bajo la dinastía de los Capetos. Durante mucho tiempo, los señores feudales fueron más poderosos que los reyes, pero Felipe II Augusto (1180-1223) reforzó el poder real al derrotar a los ingleses en la batalla de Bouvines.
Tiempo después. Felipe IV el Hermoso (1283-1314) debilitó el poder de los nobles convocándolos a un consejo junto al clero y a representantes de las ciudades: los Estados Generales.
Dos conflictos importantes
Francia e Inglaterra se enfrentaron en la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que fue la prolongación del conflicto iniciado en el siglo XII por las posesiones inglesas en Francia.
Al principio, los ingleses dominaron la situación, pero finalmente los franceses, dirigidos por Juana de Arco, los vencieron. Con esta victoria se reforzó el poder del rey francés Carlos VII.
Inglaterra, en cambio, quedó destruida. La nobleza se dividió en dos facciones, cada una de las cuales apoyaba a un candidato al trono: uno proveniente de la familia York, y otro, de la Lancaster.
Este conflicto desembocó en una contienda civil conocida como la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485). Esta guerra alteró las actividades del gobierno. Entretanto, la confiscación de bienes, los asesinatos y la persecución fueron sucesos comunes.
Luego de 30 años, un pariente de los Lancaster Enrique VII, de la familia Tudor, se apoderó del trono. Irónicamente, la nobleza quedó debilitada como resultado de la guerra, lo que contribuyó a fortalecer a la monarquía.
La Guerra de los Cien Años
De las guerras que asolaron a Europa durante este periodo, la de los Cien Años fue la que dejó huellas más profundas. Al comienzo, fue una disputa por la sucesión de la corona de Francia: al morir el último de los reyes Capetos en Francia y al asumir el trono su primo, Felipe VI, de la familia Valois, el rey ingles Eduardo III reclamó el trono francés alegando ser, por parte de madre, descendiente directo de los Capeto. Luego, esta guerra derivó en la lucha de la corona francesa por recuperar territorios perdidos en Inglaterra. Sin embargo esta guerra no fue continua: en el transcurso de los cien años se alternaron largos periodos de tregua con otros de actividad bélica.
Batalla de Azincourt
Guerra de las Dos Rosas
En Inglaterra, la unidad del reino, o por lo menos su paz interna, se vio gravemente comprometida por la larga minoría de edad de Enrique VI y por los fracasos militares sufridos por sus ejércitos en el continente. Mientras el bandolerismo, los desórdenes y las sublevaciones campesinas se extendían por el país y el poder real iba debilitándose dada la locura sufrida por el soberano, dos facciones principescas opuestas se enfrentaron al reivindicar para sí la corona. De esta forma se inició la Guerra de las Dos Rosas entre los partidos de York (rosa blanca) y de Lancaster (rosa roja). Esta guerra mantuvo a Inglaterra dividida e dos clanes violentamente hostiles entre sí y asoló campos, llevando la corrupción a todas partes.
La crisis de la cristiandad
Durante los siglos XIV y XV, la cristiandad sufrió una profunda crisis. El papado cayó en la corrupción y su posición fue cuestionada por los creyentes. Por otra parte, a partir del siglo XIII, el Papado se enfrentó a la monarquía francesa que pretendió dominar a la Iglesia. Esta situación desembocó en un conflicto entre ambos poderes: el cautiverio de Aviñon.
El cautiverio de Aviñon
El cautiverio de Aviñon fue un conflicto que se originó entre el rey de Francia Felipe IV y el Papa Bonifacio VIII. Este conflicto comenzó cuando Felipe IV pretendió recortar los ingresos eclesiásticos. El Sumo Pontífice lo excomulgó.
Sin embargo, el monarca francés se las ingenió para encarcelar al Papa acusándolo de brujería. El Papa logró liberarse de su prisión, pero murió poco tiempo después.
Felipe IV aprovechó la situación para nombrar a un Papa francés, Clemente V, y trasladar la sede papal a la ciudad francesa de Aviñon. Entre los años 1308 y 1377, se nombro a una serie de Papas franceses que fueron forzados a vivir en aquella ciudad.
Palacio papal de Avignon
El cisma de Occidente
Cuando el papado intentó restablecer su sede en Roma, se produjo el cisma de Occidente: la Iglesia se dividió y hubo dos Papas, uno en Roma y otro en Aviñon. Esta situación se prolongó desde el año 1377 hasta el 1417.
En Aviñon, los Papas mantuvieron una corte y una administración fastuosa, a costa de los impuestos del pueblo. También la Iglesia implantó la venta de indulgencias, equivalente a la venta del perdón de los pecados.
Finalmente, el conflicto se resolvió en el Concilio de Constanza (1418), en el cual se logró reunir a la Iglesia, con la elección de Martín V como único Papa y el establecimiento definitivo de la residencia del Pontífice en Roma.
Coronación del Papa Martin V
La intranquilidad espiritual
Las calamidades y al crisis de la Iglesia produjeron un gran desconcierto entre la población de fines de la Edad Media. La idea de la muerte y el pesimismo obsesionaron a los supervivientes e inspiraron a la literatura y al arte de la época.
La sensación de inseguridad y fugacidad de la vida estimuló la inquietud religiosa: procesiones de flagelantes recorrían los pueblos; predicadores ambulantes anunciaban el fin del mundo, los místicos proponían que cada individuo podía sentir a Dios en forma íntima y personal.
Este tipo de ideas llevó a la gente a consolidar distintas herejías que, por su actitud hostil a la Iglesia católica, amenazaron la unidad espiritual del mundo cristiano en Occidente.
La Danza de la Muerte
Una de las manifestaciones más extrañas de la obsesión por la muerte a fines de la Edad Media fue un tema que se representó recurrentemente en el arte: la Danza de la Muerte, que ilustraba un baile entre esqueletos y vivos. Este tema apareció por primera vez a fines del siglo XIII, esculpido en la fachada de la iglesia de Los Inocentes en París. Se extendió rápidamente por Europa y con el tiempo, fue representado con muchos detalles adicionales. La misma danza de la muerte se representó, a veces, como una mascarada: hombres disfrazados con figuras de esqueletos danzaban con figuras que representaban los distintos estratos de la sociedad.
Danza de la muerte
La nuevas herejías
A fines del siglo XIV y en los primero años del XV aparecieron personajes radicales que abogaban por reformas profundas en la Iglesia. El teólogo inglés John Wycliffe (1320-1384) fue uno de ellos. Wycliffe abogó por la desaparición del Papa, de los cardenales y de otras autoridades de la Iglesia. Alegó, además, que la salvación del individuo se alcanzaba por el poder de Dios y no por las intervenciones del clero. Las ideas de Wicliffe se difundieron rápidamente por Europa. El sacerdote checo Jan Huss predicó con gran entusiasmo las ideas del teólogo inglés, y por ello fue quemado como hereje en 1415.