El documental, que fue rodado entre julio y agosto de este año (coincidiendo con el demoledor ataque israelí), nos muestra la realidad de diez niños que narran su día a día y cómo les afectan los continuos racimos de bombas que acechan a la franja. Hay que recordar que el ataque dejó en el camino la vida de 507 niños e hirió de gravedad a otros 3000.
Hernán Zin, apoyado en la producción por el periodista de guerra Jon Sistiaga y la artista Bebe, retrata la situación tal y como es, sin apenas apoyarse en recursos fílmicos. La realidad puede ser mucho más dura. Es demoledor escuchar a un niño pedir "poder jugar como cualquier otro niño del mundo", relatar la forma en que perdió a un hermano o a un padre ó las secuelas físicas y psicológicas que arrastrarán el resto de su vida.
Pretender que esta conmovedora sucesión de dramas personales no te afecte es imposible, y, aún así, sus 75 minutos de duración deben ser de visionado obligatorio. Abrir los ojos a lo que ocurre, poner caras a lo que los telediarios ponen números y sentir nuestra parte de vergüenza por permitir que esto ocurra, es algo por lo que todos deberíamos pasar.
Ellos son las víctimas inocentes de un salvaje enfrentamiento, de una guerra sinsentido entre un poderoso país y un ruinoso Estado en búsqueda de su identidad. Un enfrentamiento desigual que, como siempre, pagan los que menos lo merecen, los que se preguntan "¿por qué nos bombardean?"
José Daniel Díaz